Opinión

El debate público

El debate público

Larga, extensa y difícil es la agenda de urgencias de República Dominicana, cuestión que no parece entender Gobierno, clase política, empresariado, academia y mentada sociedad civil, cuyos líderes y dirigentes insisten en levantar una torre de Babel sobre terreno pantanoso.

El debate público no guarda relación armoniosa con la realidad objetiva, o los temas son abordados conforme a conveniencia de intereses oficiales, políticos o corporativos y no con el orden jerárquico que requiere la trascendencia o gravedad de cada tema.

Del lado oficial se promueve la idea de que la nación y su economía casi alcanzan la cúspide, en tanto que del litoral de la oposición se afirma que el país se enfila por el despeñadero, sin que ni uno ni otro reparen en valorar lo bueno o desechar lo malo.

Los ciudadanos amanecen unos días bombardeados por informes bondadosos sobre el comportamiento de la economía, y al día siguiente por el pedido de juicio político contra el Presidente, como si la sociedad toda estuviese en movimiento pendular entre el paraíso y el infierno.

Tan difusa se ha vuelto la discusión mediática que la gente no cree o duda que la situación esté buena o mala, y desconfía de lo que dicen o dejen de decir funcionarios, políticos, líderes gremiales, sindicalistas, periodistas, comunicadores, medios de comunicación y sacerdotes o pastores.

En la ruleta circense se inscriben temas de gran importancia como endeudamiento, déficit fiscal, corrupción, impunidad, aumento general de salario, inseguridad ciudadana, evasión y elusión fiscal, desbordamiento migratorio, crisis medioambiental, crisis eléctrica, carencia de servicios hospitalarios, desbordamiento del gasto publico, entre otras urgencias.

Ninguno de esos temas es abordado con la debida responsabilidad y objetividad, sino que se embadurnan con colores de intereses políticos o empresariales sin que el ciudadano ordinario pueda ejercer a plenitud su derecho a estar debidamente informado y orientado.

A lo que se aspira es a que actores e intervinientes ayuden a mejorar sustancialmente el debate público, a priorizar los temas referidos a la agenda nacional y a ganarse con su acercamiento a la objetividad y propuestas sensatas, el respeto y aprecio de una población hoy agobiada por tantas mentiras y medias verdades.

El Nacional

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