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El difamado Buitre es un  regenerador de las fuerzas vitales

El difamado Buitre es un  regenerador de las fuerzas vitales

Hay buitres de traje sombrío que  desembocan en la noche sonámbula dolida de tempestades. Al otro, al ave que no tiene esas culpas, Freud la metamorfosea en madre y en imagen de lo andrógino.

El buitre nada tiene que ver con la política, salvo  en sus metáforas devoradoras. La diosa buitre  Nekhbet era la  diosa protectora de los nacimientos en Egipto.

El orbe simbólico que le rodea lo ata al fuego celeste, a la purificación y a lo fecundante. En ciertos ritos indios de Sudamérica es el primer poseedor del fuego. Un demiurgo se lo roba con ayuda del  sapo.

A los ojos del profano, toma la apariencia de la locura y la inocencia.

En ciertas cofradías es un payaso, en otras del África profunda es un iniciado devorando todo lo que encuentra habrá triunfado sobre la muerte terrena y transmuta la podredumbre en oro.

Es un niño que ha renacido y se arrastra, un místico, un profanador de la vida, un sabio.

El hecho de que no ataque a los seres vivos, entre otras razones porque no tiene cómo hacerlo, ya es una ganancia de prensa en su provecho.

No le interesa legislar, no le importan las complejidades del poder. Selectivo, sistemático y paciente, el buitre real come entrañas. Es mago y purificador, pésele a quien le pese. Menos aún le importan las metáforas ofensivas que se inventa la gente. El habla humana diseña defectos en relación a seres cuya defensa respecto al discurso difamatorio que ellos contienen es nula por completo.

Mas a él, que tiene claro lo que quiere en todo momento, no le interesan las comparaciones absurdas que declara la gente.

Siempre aparecen dirigidas en su contra, listas para ser aplicadas a ciertos comportamientos oportunistas que en él resultan una virtud, un don y una gracia.

Como la Naturaleza afina sus mecanismos para toda ocasión, el calumniado buitre mantiene sus hábitos sin importarle la envidia ni la pesadilla.

Ama la putrefacción y la carroña como si se tratara de un manjar de último momento.

Ahí, las equiparaciones pueden ser vastas e incómodas pero ciertas.

En cambio, no suele decirse que talvez sin proponérselo, el buitre es un agente regenerador de las fuerzas vitales y un limpiador natural y experimentado del espacio terrestre.

Esas fuerzas vitales las contiene la descomposición orgánica den la que él es un especialista en cuanto que la selecciona con maestría, dignidad y gran destreza.

Nunca se estará bien agradecido de la labor en apariencia indigna que realiza y por la que no cobra, contrario a ciertos otros especimenes que se precian de más limpios e inteligentes.

Alimentarse de inmundicias es una cuestión pautada por leyes.

Repartirlas entre sus congéneres en la envoltura cruel de las palabras es muy otra y diferente.

El buitre asegura el ciclo de la renovación transmutando la muerte en vida nueva. Era entre los mayas, como enseña su calendario, una divinidad de la abundancia. Ello en razón de que se la atribuía asegurar el renuevo de la vegetación.

Sombrío, atado a lo misterioso, es sin embargo, una criatura inofensiva que, con erario a lo que suele ocurrir entre los humanos, siempre sabe lo que quiere. Que ande entre los fangales, que no tenga la elegancia de las aves de rapiña sólo le hacen diferente. La variedad es una de las grandes creaciones del portento evolutivo que tenemos.

Algunos de sus primos, como el aura tiñosa andan por ahí en el nordeste y la costa norte merodeando algún momento de descomposición a la vista.

Puede ser, independientemente de lo que quiera con liderarse, el más rico de los seres al transformar la putrefacción en oro, el único que conoce esa sabiduría.

En la tradición greco- romana es un pájaro-consagrado a Apolo-adivinatorio.

Oro filosofal, poblado de una simbología preciosa. En algunos pueblos ritualistas es signo de vitalidad, de fertilidad y de abundancia, riqueza vital, material y espiritual.

El Nacional

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