Opinión

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El presidente Danilo Medina ha demostrado, en sus cinco meses de gestión gubernativa, que es un estadista  a carta cabal. Sus ejecutorias atestiguan que el mandatario no abandonaría un proyecto estatal por simple revanchismo politiquero, como ha hecho  la mayoría de los gobernantes.

El caso de la presa Madrigal es una muestra de la visión futurista de Medina.

Con una inversión de 300 millones de dólares y un llamado a concurso internacional, el gobierno planea construir la presa de la discordia, por la que los perredeístas se lanzaron  más que sillas de plástico y en donde se perdieron más que carteras.

Ese proyecto acuífero fue concebido durante la administración del finado presidente Salvador Jorge Blanco, y las divisiones del Partido Revolucionario Dominicano hicieron abortar esa solución que suministrará agua potable por veinte años a la capital.

Los perredeístas en un fiel ejemplo de lo que es una organización de la época de Concho Primo del siglo diecinueve, utilizaron al proyecto de la presa de Madrigal para desatar los demonios y la consigna de tierra arrasada, fue la tarjeta de presentación del PRD, dejándose de lado las necesidades del país.

El presidente Medina demuestra con el anuncio de la construcción de la presa de Madrigal que más que rencillas personales  y turbamultas disparando a diestra y siniestra, están los sagrados intereses de la sociedad en sentido general. Pronto, la presa de Madrigal será una realidad con otro nombre, y la ciudadanía disfrutará de sus servicios.

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