Opinión

El Francisco criollo

El Francisco criollo

Caracterizada por una creciente lejanía de las comunes problemáticas de las personas y pueblos, la iglesia católica estaba afectada por una terrible crisis antes de la asunción de Jorge Mario Bergoglio como Obispo de Roma. La especie de cisma no ha finalizado, pero empieza a dar signos de ostensible mejoría.

Las principales manifestaciones de ese derrumbe de sus esencias fundacionales eran el progresivo abandono de la pobreza, no solo como práctica de vida, sino como bandera para erigirse defensora de los millones de personas que la padecen; los crecientes escándalos, ante los cuales, la principal reacción había sido el ocultamiento de los protagonistas sin importar el costo que implicara el encubrimiento; asumir un látigo impiadoso para castigar a sectores marginados y discriminados como las mujeres, los inmigrantes, la comunidad LGBT, olvidando el signo de los tiempos.

Ante ese panorama perturbador, Jorge Bergoglio reivindicaba el camino heredado, corriendo el riesgo de convertirse en el detonante de una hecatombe quizás de imposible reversión, o marcaba la diferencia y daba un giro de 180 grados a la situación, con lo cual podría detener el declive definitivo.

Por fortuna optó por lo segundo y el propio nombre que asumió como Papa delató una intención que se ha ido concretizando con el transcurrir del tiempo. San Francisco constituye un símbolo bastante alejado de los penosos derroteros por los cuales transitaba la iglesia católica.

Las cosas no se han quedado en la semiótica. El Papa, sin que nadie deba considerar que no es conservador, ha tomado medidas que representan esfuerzos válidos por convertir su institución en un instrumento de utilidad para una mejor convivencia entre los seres humanos.

Si se quisiese buscar una iglesia paradigmática en esa lejanía de lo que se supone debe ser su misión, esa podría ser la dominicana. En consecuencia, las necesidades en lo general, se magnificaban en la particularidad que es nuestra iglesia.

Si en lo macro se necesitaba un Bergoglio convertido en Francisco, entre nosotros precisábamos de alguien que, por una de esas coincidencias del destino, hasta fue bautizado con el nombre.

De ahí que, del Francisco criollo, por su inocultable conexión con el romano, se espera que alcance, a nivel local, proezas similares a las que ha ido logrando quien tuvo el acierto de seleccionarlo para presidir la Primada de América. Debe hacerlo, aun con las tácitas objeciones que sin dudas podrán tener los que apostaban a distinta designación.

El Nacional

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