Opinión

El inmenso Mandela

El inmenso Mandela

Oímos su nombre en hermosos cantos de la joven negritud en rebeldía, lo volvimos a escuchar en las voces del pueblo negro redimido, leímos su conmovedora historia y la vimos reproducida en documentales pletóricos de terneza, de clamores por la paz, de inevitables armas a tomar y liberaciones a conquistar.

Mandela… Mandela… Madiba.

Mandinga multiplicado, condensado en Mandela-ser viviente… Nelson el grande, el inmenso, el indoblegable.

Y nos llega la inevitable noticia de que ese ser sublime y espléndido, después de un siglo de  pródigas insumisiones y justicieras herejías, está apunto de expirar para eternizarse.

Felizmente, se trata solo de un cambio de materia regia a luminosa energía, de transformación de su cuerpo en valiosa memoria subversiva de opresiones y exclusiones… sin dejar este mundo, sin abandonar este universo tan necesitado de su ejemplo.

Sí, Mandela se quedará entre nosotros/as y seguirá junto a las nuevas generaciones: su obra, su alma, su inmensa humanidad se queda.

Eso está escrito muchas veces: el más puro de los redentores sociales y de los combatientes por la libertad acompañará siempre a la humanidad.

El más sufrido y sacrificado, el más desinteresado de sí mismo…El más nosotros y nosotras… El no egocéntrico… El no egoísta… El que nunca dijo mío…El que pudo reelegirse sin oposición y no quiso… no nos abandonará

Recio en la pelea decisiva, generoso en la victoria, modesto y reconciliador en la gestión del nuevo poder. Humilde en la grandeza. Ser sublime, repito. Hombre nuevo. Hombre-pueblo. Hombre-humanidad. No se va.

Mandela no se va, perdurará, seguirá creciendo como elevada e inagotable expresión de dignidad. No habrá manera de volverlo a hundir en aquel hueco inmundo que inicialmente lo ocultó y aisló, para luego, paradójicamente, engrandecerlo por su decorosa insubordinación frente al cepo y sus apestosos carceleros perfumados.

  Pero es de ley, que después de consumado el inminente desenlace anunciado, Espartaco, Tupac Amaru, Ilich, Lumumba, Ernesto, José Carlos el Tío Ho, la Rosa roja… -quienes que como él amalgamaron la revolución con el amor- habrán de abrazarlo y besarlo en el lúdico espacio de los eternos imprescindibles.

Y Mandela, risueño, les dirá –y nos dirá- con voz pausada y tierna que él también habrá de quedarse aquí en esta Tierra para siempre.

Y la humanidad, muy alegre, jamás lo despedirá. Cantará. Le cantará por siglos al inmenso Mandela  con el corazón henchido de agradecimiento, asaltado el pensamiento universal por el imperioso anhelo de ser colectivamente como él.

El Nacional

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