Opinión

El inmenso Silvano

El inmenso Silvano

Quienes conocimos profundamente a Silvano Lora guardamos de él, no sólo gratitud por habernos dispensado su amistad, sino por sus grandes sacrificios a favor de la extensión del conocimiento del pueblo hacia sus valores estéticos. Y no sólo a través de la estructura cultural que ayudó a crear, Arte y Liberación, sino mediante la implementación de museos y galerías para propagar nuestro folklor y dar a conocer valores creativos populares en festivales y otras recreaciones. Pero muy pocos han penetrado en su inmensa obra plástica.

Durante toda su vida como productor mimético, Silvano Lora catapultó su entusiasmo hacia esa frontera divisoria en donde la humanidad separa pasado y futuro; en donde el viejo hombre cede el paso al nuevo y estallan las luces de un gozo repartido para todos. Y fue ese entusiasmo el que le llevó a explorar el uso de las materias pictóricas y escultóricas (tinta, sanguina, acuarela, superposiciones matéricas; óleo, cera, madera, acrílica, plástico, metales), así como los instrumentos para su producción y que, sin embargo, como una constante, como una maravillosa tormenta, como un pertinaz leitmotiv, también lo impulsaron a evolucionar en su interpretación de la historia.

Se podría juzgar si el contenido estético de su producción fue conseguido, o si los presupuestos acometidos se lograron, porque, ¿cómo separar al productor de bienes culturales de sus tendencias y confrontaciones, sobre todo en un mundo que aún lucha por encontrar los caminos perdidos?.

Para la interpretación de la historia, Silvano Lora conoció los procesos cognoscitivos y sus estructuras, así como los intercambios referenciales y los viejos y nuevos discursos, a fin de que las correspondencias específicas de su producción se materializaran en su obra, razón por lo cual explicitó su construcción atendiendo al reclamo del ritmo social y correspondiéndolo con lo verdaderamente trascendente, no como especulación metafísica (aunque el estudioso de su obra podría hacer un alto en este escalón), si no como una búsqueda, a priori, de lo que sobrevendría con sus figuraciones.

Así, ¿no fue acaso la poética del movimiento Arte y Liberación —y la inmensa mayoría de sus objetos pictóricos— la más alta memoria estética del periodo que siguió a la muerte de Trujillo? ¿No representan los murales de la Revolución de Abril el más ferviente, el más vigoroso testimonio de aquel acontecimiento histórico? Aún como capitán del enfrentamiento al invasor norteamericano con el objeto estético, Silvano Lora logró una construcción en que, sin desembocar en el realismo socialista, se acercó sorprendentemente a Guttuso, a Léger y Gromaire, durante la lucha armada del 1965, donde la hipérbole, el grito alto de su obra mural y afichística de aquella época hablaron y penetraron en los auditorios con la voz de una estética cuyo goce se retuerce entre la furia y el dolor, con el tono siempre alerta de la protesta que llega al corazón y a la conciencia, porque nunca antes en la República Dominicana la práctica y la teoría del arte se habían saludado como en aquel momento.

El Nacional

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