En 1997 Leonardo DiCaprio y Kate Winslet simbolizaron en Titanic la pareja romántica ideal para millones de espectadores. Desde entonces no habían vuelto a aparecer juntos en una película. El tiempo ha transcurrido, naturalmente, y ya no les es posible hacer los papeles de adolescentes de antaño. De modo que ahora ya están casados, y tienen dos hijos.
La historia tiene lugar en el Connecticut de mediados de los años 50. Se trata de la adaptación al cine de una novela oscura y pesimista del escritor norteamericano Richard Yates. Indudablemente, este no es el tipo de film en el que muchos fans de DiCaprio y Winslet quisieran verlos. Sin embargo, ambos están tan bien en sus caracterizaciones que en algún momento nos olvidamos del glamour y el aura de estrella que les acompaña, para descubrir a dos seres tan comunes como nosotros mismos, inmersos en los avatares diarios de un matrimonio en crisis.
Quien dirige en nada menos que el director Sam Mendes. El realizador británico sorprendió al mundo en 1999 con su contundente American Beauty, y una vez más vuelve a hacer lo propio. Mendes escarba de nuevo en el conformismo, la mediocridad y las insatisfacciones de la clase media norteamericana, y lo hace con la precisión y sensibilidad del cirujano infalible.
Frank Wheeler (Leonardo DiCaprio) y su esposa April (Kate Winslet), son todavía un matrimonio joven, pero sus días de felicidad son cada vez más cosa del pasado. Su relación se torna distante y, por lo tanto, la comunicación no es lo que la define. El detesta su trabajo, pero no puede abandonarlo; mientras ella cansada de mentiras, y de la rutinaria y falsa vida en común, concibe un plan fantástico: venderlo todo e irse a Paris a vivir una vida de ensueño y aventuras que les permita alcanzar el nivel de grandeza y particularidad que creen merecer.
Pero la realidad, como sucede en la vida real, es más fuerte que la fantasía, y termina por imponerse. Inexorablemente, todo se viene abajo como un castillo de arena. En cierta forma, Revolutionary Road postula el fracaso del sueño americano, aquel que se consume en su propia inercia y en un mundo de corrosiva y anquilosante hipocresía.
DiCaprio y Winslet brillan con todo el esplendor de unos personajes sin fisuras, compuestos con especial esmero y profundo conocimiento. La química entre ambos es inocultable, y la dirección de actores, por parte del director Mendes, es estupenda, pues no solo se destacan ellos, sino también unos exquisitos Kathy Bates, y en especial Michael Shannon.
El film es tan dramático y convincente, en la misma proporción en la que es también gris claustrofóbico y desalentador. Esta es una radiografía de un matrimonio en crisis, sin sentimentalismos ni romanticismos. Por el contrario, lo que prevalecen son algunas interrogantes de carácter filosófico. Notable musicalización de Thomas Newman, y como siempre, cautivante dirección artística.
