Opinión

El juego del pelotero acusado de feminicidio

El juego del pelotero acusado de feminicidio

SANTIAGO.- Mañana, miércoles 10 de diciembre, se cierra el período de los 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres, que desde el 25 de noviembre recuerda al mundo la necesidad de parar estos crímenes basados en el género, la situación de la población infectada por el VIH-Sida, también el aniversario de la Masacre de Montreal y el de la Declaración de los Derechos Humanos. Y dentro de este mes de noviembre prolongado para la denuncia, cabe una reflexión pública sobre la decisión de la Cámara Penal de la Corte de Apelación de San Francisco de Macorís, hace ya más de un mes, de disponer la libertad del pelotero Ambiorix Burgos M., situación que motivó la alarma pública del presidente de la Suprema Corte de Justicia (SJC), quien dijo solicitar una copia de la sentencia para iniciar una investigación.

En un país marcado por los altos índices de impunidad en materia de delitos de violencia basada en el género, sea intrafamiliar y/o sexual, es bueno saber los resultados de la pesquisa acerca del lanzador de los Mets de Nueva York, acusado por familiares de Josefina Minaya Martínez, de 38 años, y Angely Fañas, de 29, de la muerte intencional a las dos mujeres, en un supuesto accidente de tránsito ocurrido en el kilómetro 4 de la carretera de Nagua.

Al parecer, el principio de inocencia alegado por Burgos, convenció al colegiado que también facilitó la entrega del vehículo propiedad del pelotero, una Hummer color blanca con la que el supuesto crimen fue cometido, después de tres sentencias obtenidas por los abogados defensores y tras un plazo de una hora bajo amenaza de demanda por abuso de poder. El pelotero, contratado por Los Toros de la Romana, tampoco tiene impedimento de salida.

No han valido los antecedentes registrados en la justicia de Estados Unidos y en la local, que indican la reincidencia del pelotero como masculino violento, y mucho menos las declaraciones de testigos  del hecho, que aseguran que Burgos M. conducía la yipeta Hommer, con la que arrolló a las dos mujeres. Tampoco se ha hecho caso de la querella de la familia de las muchachas, que aseguran como antecedente el hostigamiento y acoso sin resultado del pelotero a una de ellas.

Aunque hemos cambiado las leyes, los paradigmas sociales y culturales patriarcales se mantienen intactos, como también el corporativismo sobre el poder masculino que “normaliza” el maltrato, la barbarie y hasta el asesinato cuando se trata de imputados poderosos. Sin embargo, en el caso del pelotero vale un análisis “sociológico” del deporte, como dice Miquel Moragas, investigador catalán del tema, y hacerlo más allá del análisis simple de sus contenidos, porque estos contenidos se expresan precisamente en acciones sociales verdaderamente excepcionales (rituales, fiestas masivas…) que implican el ámbito social de la cultura cotidiana y de la educación.  Para Moragas además, está claro que el deporte en general interfiere plenamente en la vida cotidiana, influye en los procesos de socialización, determina una buena parte del tiempo libre y constituye un punto de referencia clave para los procesos de identificación social de mucha gente. En diversos países y de diversas maneras, los éxitos deportivos se convierten en auténticas demostraciones sociales, o incluso, en reivindicaciones populares.

Y en nuestra sociedad  la pelota es una institución que envuelve sobre todo a hombres jóvenes y a una niñez masculina que no solo vibra al compás del baile deportivo de los peloteros, sino que los asume como sus héroes más allá del partido, una situación que debiera tenerse en cuenta en las instituciones que tanto dinero ganan con el juego, sin dejar beneficios sociales a un país, como el nuestro, que se atiborra de “pan y circo” en época de pelota.

En realidad, las autoridades encargadas de velar por la educaciónya deberían de haber reaccionado oficialmente, como lo hizo el Juez Presidente de la Suprema; por lo menos, prohibirle al pelotero de antecedentes violentos, exhibirse desfachatadamente en el play jugando normalmente y  pasearse con el vehículo con el que se cometieron los hechos, como si nada.

Una muestra de que: aún para el statu quo nacional matar a una mujer o a dos, no es un crimen grave, ni se compara con otros; que los acusados por delitos extremos son “menos imputados” cuando son poderosos, famosos y ricos, o hacen poderosos, famosos y ricos a otros; que en el deporte nacional solo importa el dinero; y que somos una banda de sinvergüenzas todos/as, capaces de cerrar los dos ojos, el corazón y callar.

Insisto, por la salud de la masculinidad dominicana, Ambiorix no puede ser retratado ni con una pelotita de 5 cheles, mucho menos asociarse al deporte nacional, mientras su situación no se aclare judicialmente.

(susipola@gmail.com)

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