¿Qué Pasa?

El lado bueno

El lado bueno

Mis abrazos para Ligia
Mientras caminaba las calles, la buena de la señora Ligia intentaba apurar el paso, pero su peso y sus años no parecían permitírselo.  Cada paso que daba, dejaba una historia sobre el terreno accidentado de las aceras en las que circulaba.
Su hija, mientras, caminaba a su lado y en muchas ocasiones la dejaba atrás, sus pasos eran impacientes, intolerantes con la madre que la trajo a la vida y por causa de los años ya no la igualaba en ánimos.

Ya habían caminado un largo trecho, cuando la señora Ligia se detuvo, agarró su estómago y a quienes la vimos a lo lejos, nos pareció que debió decir que algo le molestaba.
Su hija miró atrás y se dio cuenta de que la madre que había dejado tras sus pasos en la acera, se habia detenido y parecía mareada.

Ligia recostó su cabeza de una pared cercana, bajó su cabeza y vomitó varias veces, mientras su hija, ya más cariñosa y compasiva, se le acercó y con un abrazo tierno, pasó la mano por su cabeza.

Pareció preguntarle si ya se sentía mejor, mientras la envejeciente intentaba retomar los ánimos para no preocuparla.
Unos minutos después se les vió caminar de nuevo, pero este era ya un paseo más justo para Ligia.

Su hija igualaba sus pasos, le llevaba la mano en la espalda mientras la acariciaba, y a cada momento miraba su cara y la interrogaba sobre su malestar.

La historia de Ligia es la misma de Maria, Eugenia y muchas más que no son retribuidas.

Que durante años dejan su juventud y sus mejores años en la crianza de sus hijos, y de repente, 40, 50 o 60 años después, pierden la fuerza y se convierten en la “viejita” con la que ninguno de ellos quiere salir a las calles, porque anda muuuuy lento.

A todas seguro les pasa como a Ligia, que no tienen la fuerza física de la juventud, pero mentalmente sienten el ánimo de vivir cosas que nadie les permite.

Ligia quiere salir, cenar fuera de la casa, ver una película en el cine, visitar sus amigas, viajar y sobre todo, lo que nadie quiere hacer con ella: caminar.

Aún así no pierde sus fuerzas ni sus ilusiones, no la amedrenta que no quieran camina con ella, sabe que sus hijos la aman, pero de una cómoda manera.

El Nacional

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