¿Qué Pasa?

El lado bueno

El lado bueno

Mariela quería seguir con él, pero su pareja trataba de escapar. Así pasaron cinco años en busca de alternativas y en una lucha que asimilaba la de las manos que intentan agarrar un pez vivo fuera del agua.

El pez se siente ahogado, te arraña, te corta, porque quiere estar libre, mientras que tus manos intentan atraparlo de cualquier manera para convencerlo de que allí, en tus brazos encontrará felicidad. Pero el no parece entender y las manos y su dueña se desesperan, aprietan en nuevo intento, hasta cortarse y salir la sangre. Es solo cuando la sangre sale que las manos, ya forzadas, abren.

Fue la comparación que hizo Mariela, cuando sentada junto a algunas amigas, luego de un año de separada de su esposo, logró por fin entender que dejarlo ir fue lo mejor. Comprendió que desde el primer momento en que él se mostró frío y le pidió que se separaran, debió abrir las puertas de su casa para que lo hiciera, aunque se le rompiera el alma.

Pero, en ese entonces, ciega de desesperación, solo luchó y en vez de abrir las puertas intentó cerrar hasta las ventanas para retenerlo, manteniendo un “forcejeo” que duró cinco años, hasta que un día, él, de todas formas se fue, dejando detrás  mucho dolor en ella, provocados precisamente por ese tiempo en que lo mantuvo en sus manos, así como el pez.

Mil historias de intentos de retener lo “irretenible”, se cuentan en reuniones de amigos, en las que surgen muchas Ana, María y Diosa.

Ana se enamoró de Manuel luego de mucho tiempo sola, cifró en él todas sus esperanzas de estar acompañada y así lo sintió, pero “sintió mal”, porque en poco tiempo, Manuel, cambió, se mostraba lejano y frío. Fue cuando ella intentó reinventarse para retenerlo y luchó…luchó hasta cansarse, mientras él..también luchaba por escaparse y se fue.

María le negó el divorcio a Leonel, pensando que este en poco tiempo se arrepentiría, pero nunca pasó, por el contrario su relación se volvió una tortura.

 Y así Diosa, se separó de Juan Julio, pero aferrada a que todo era un mal entendido, se acostaba con él luego de divorciada y ahora, luego de 10, años entiende que solo es una amante más. Tuvo entonces ella que dejarlo.

No vale la pena cerrar las puertas, sellar las ventanas y clavar tablas horizontales a las salidas traseras.

Cuando el amor quiere irse, descubre las pequeñas luces que llevan a una rendija y sale. Simplemente sale. Tranquilo, no se detiene lo indetenible.

El Nacional

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