Hay muchas maneras de hablar, de expresarse. Al ex presidente Hipólito Mejia, una vez le escuché decir: Yo disfruto la verdad. Me regocijo en ella. No tengo nada qué esconder. No se hablar embuste. Es la esencia de su ser. Habla para que lo entiendan. Y es lo que hoy necesitamos.
Muchos creen que para dirigir la nación se debe ser reservado, demagogo, frío. Tienen el marco de referencia de un Rafael Leonidas Trujillo y su dictadura de 30 años. Actuaba sin hablar. Un Joaquín Balaguer gobernando con un dejo de misterio. Explicaba poco. Ahora, Leonel Fernández, se empeña en hablar bonito, utilizando palabras rebuscadas donde no falten modernos, globalizados, científicos, cibernéticos, de avanzada tecnología. Como para impresionar sin que lo entiendan. Hay quienes aplauden para ocultar su ignorancia, sin percatarse que en el fondo, no combate sus males.
Con esos modelos, no conciben que un aspirante a la presidencia diga verdades al desnudo, y menos en lenguaje llano.
Hipólito, de fuerte personalidad, lo hace. Fue formado para ser honesto. Ha vivido en el campo. Fue capacitado en universidades y tiene inteligencia práctica, su alta posición no lo aleja del pueblo. Parece destinado a ayudar los desvalidos.
Obviamente, la sociedad esta alienada. Para que los mensajes penetren, necesitamos que se hable tipo Hipólito. Que pegue en el blanco aunque duela. A un grupito no le conviene. Buscan neutralizarlo haciendo humor con sus expresiones. No quieren luces en la mente del pueblo.
Entre tantos antivalores, su estilo coloquial es necesario. Lo admiro y respeto. Su método es sencillo, pero educativo. Gerencial y paternal. Son muchos los que lo entienden. Por eso buscan un guía práctico, una papá, no para que les regale tarjetitas o los mantenga cual parásitos sino para que les proporcione lo necesario para desarrollar sus potencialidades y agarrar con firmeza las riendas de sus vidas.