Noticias importante Reportajes

El malecón se convierte en una vergüenza para la capital

El malecón se convierte en  una vergüenza para la capital

La falta de iluminación, la alta criminalidad y el deterioro de sus parques, monumentos y plazas han convertido el malecón en una vergüenza para los capitaleños, a pesar de los atractivos históricos y culturales que posee. La oscuridad y la ausencia casi total de vigilancia policial y la constante circulación de vehículos pesados convierten la avenida George Washington en una de las más peligrosas vías de la ciudad de Santo Domingo.

El descuido de las autoridades municipales y gubernamentales se evidencia a cada paso, a pesar de que las aguas del mar Caribe y operación de grandes cadenas hoteleras y restaurantes en la zona, hacen del malecón uno de los puntos turísticos más importantes. “Ningún visitante extranjero quiere marcharse del país sin visitar el emblemático malecón, confiesan los guías turísticos.

Catorce años después de que asumió el poder el alcalde del Distrito Nacional (ADN), Roberto Salcedo, el malecón tiene un aspecto de arrabal que le resta vistosidad a sus atractivos.

Los parques lucen abandonados y sucios, sin el esplendor que les imprimirían unas abundantes y bien cuidadas áreas verdes. La iluminación nocturna es escasa, porque la mayoría de las lámparas del alumbrado eléctrico están dañadas.

Los árboles y las palmeras están en muy mal estado, mientras las aguas negras corren por aceras y contenes, en algunas zonas.
Los parques del malecón pasaron de ser lugares de recreación y sano esparcimiento a ser usados por mendigos, vendedores ambulantes, drogadictos y prostitutas.

Aguas negras, heces fecales, orines, basura, escombros, caracterizan el ambiente en la mayoría de las plazas y monumentos del malecón.
Muchos bancos están destartalados y rotos por efecto del salitre y el mal uso que le dan algunos pobladores.

El monumento a Fray Antón de Montesinos, construido en 1982, en honor a uno de los primeros habitantes del Monasterio e Iglesia de la Orden Dominicana, famoso por su defensa a los indios, es una afrenta para las autoridades del ADN y los ministerios de Cultura y Turismo.

Ese monumento, que debe ser frecuentado por estudiantes de todos los niveles académicos y turistas interesados en conocer la historia del país, es usado como depósito de materiales de construcción y, en consecuencia, está lleno de arena, cemento, adoquines, varillas, tubos para el alcantarillado, camiones y otros equipos pesados.

La gigantesca estatua de 150 pies está respaldada por una edificación deteriorada por las filtraciones, el sucio y el agrietamiento de sus paredes y pisos.
Las jardineras están vacías y dos grandes árboles obstaculizan la plena visibilidad de la estatua de Montesinos.
En las noches, ese espacio sirve de “guarida” a atracadores, ladrones y prostitutas.

Languidece

En el Centro de los Héroes languidece el Teatro Agua y Luz, “como un monumento al descuido gubernamental”.
Esa edificación, declarada patrimonio nacional en 1988, está convertido en un vertedero .

Sus paredes se pierden entre las ratas, los matorrales, los troncos y las hojas secas.
Su explanada se convirtió en una parada de minibuses, donde abundan los fritureros y los venteros.

Esa obra fue inaugurada en 1955, durante el régimen de Rafael Leonidas Trujillo, en el marco de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, que se extendió del 20 de diciembre de 1955 al 31 de diciembre de 1956, para celebrar el 25 aniversario del ascenso al poder del dictador.

El Agua y Luz fue considerado una “joya arquitectónica” con sus 355 chorros de agua que bailaban al ritmo de valses, sus 4,000 bombillas de diversos colores, su planta oval y su gran espacio a cielo abierto.

Fue escenario de las revistas artísticas más famosas del mundo.
La plaza Carlos Gardel, ubicada entre la esquina del Malecón y la calle Carlos Gabriel García, tiene el busto semidestruido, carece de área verde y los bancos necesitan urgente reconstrucción.
A unos pocos metros, en las mismas condiciones, se encuentra el monumento levantado en honor al coronel Rafael Fernández Domínguez, héroe de la revolución constitucionalista de abril de 1965.

Fuerte San Gil

El Fuerte San Gil se pierde entre las malezas, las aguas negras y la basura. Esa estructura está semidestruida, sin una placa que la identifique y obligue a los turistas y munícipes a indagar sobre las razones de su existencia.

Rodeado de un ambiente nauseabundo permanece el Obelisco Hembra o Monumento a la Independencia Financiera, de 20 metros de altura construido en 1947 para rememorar el pago de la deuda externa dominicana a Estados Unidos por el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina.
El abandono se extiende a los negocios ubicados en el malecón.

La mayoría de heladerías, los cines, restaurantes, las pizzerías y otros establecimientos no exhiben el esplendor que debe caracterizar una de las zonas más importantes de la capital dominicana.

A esto se suma la construcción de varios tarantines que expenden frituras y comidas rápidas frente a la renombrada plaza Güibia.
La situación opaca el lujo de los grandes hoteles y restaurantes de la zona.

El cuadro lo completa la gran cantidad de edificios abandonados y solares baldíos.

Llama la atención dos edificios de unos 20 pisos cada uno que llevan décadas sin terminar, frente a la playa de Guibia.
El abandono del malecón contrasta con la realidad de una ciudad con un alto déficit de lugares de esparcimiento sano y barato para la población.
La inseguridad es uno de los principales problemas de la zona.

UN APUNTE

Opaca grandes hoteles

La arrabalización del malecón contrasta con la majestuosidad y el esplendor de los grandes hoteles y restaurantes que se extienden por la avenida George Washington.

Además, con la necesidad de diversión y esparcimientos sanos de los habitantes de la ciudad de Santo Domingo.
Contrasta asimismo, con la majestuosidad y el esplendor de Brillante Navidad. La inseguridad es uno de los principales problemas de la zona.

Pilar Moreno

Periodista de vasta experiencia en el periodismo educativo y político