Opinión

El nuevo libro de la reelección

El nuevo libro de la reelección

La reelección, como fenómeno político y social, tiene un buen espacio reservado cuando se escriba nuestra historia reciente. Constante cierta en la que el ejercicio presidencial ha estado cimentado en el continuismo como forma de afianzar los periodos de gobiernos que han llenado la presente etapa. Lo cual no representa, necesariamente, que la reelección ni los reeleccionistas hayan sido enteramente beneficiosos para el país. Unos marcan la diferencia.

De los 48 años transcurridos de 1966 al 2014, dos reeleccionistas consumados, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández, ocuparon la Presidencia durante 34 años, 22 el primero y 12 el últimos. Hipólito Mejía sólo un cuatrienio a pesar de intentar reelegirse. Los tres, Balaguer, Fernández y Mejía usaron el poder para que la Constitución facilitara una nueva postulación. Antonio Guzmán y Jorge Blanco llenaron los restantes ocho años. Danilo Medina lleva dos del cuatrienio en curso.

De la no reelección, pura y simple contenida en la Carta Magna promulgada en 1994, Mejía consiguió que el Congreso introdujera esta prerrogativa por dos periodos consecutivos, sin que el repostulado pudiera optar nueva vez, nunca más. Vale recordar que una docena de diputados peledeistas votaron a favor de esta iniciativa, a pesar ser rechazada por el Comité Político del PLD.

Esto permitió, luego, que el presidente del PLD se despachara con dos nuevos periodos, para sumar doce año a su currículo vitae político. Desbordado en el uso abusivo del poder, no escatimó recursos para montar una farsa constitucional en la que allanó el terreno para buscar una cuarta reelección en el ’16. La presente ley electoral propicia esta situación, indudablemente.

Los dos periodos seguidos, eliminados esta vez, sigue siendo la fórmula más avanzada en materia de administración pública. Estados Unidos ha representado en el mayor ejemplo y estímulo en este sentido para otros países de la región. Por los visto la reelección per se no es mala. Pero sí los gobernantes acostumbrados al poder mediante un volver constante e indefinido.

La experiencia y los análisis más sensatos recomiendan retomar los dos periodos continuos y el nunca jamás, en procura de abandonar el mesianismo y el despotismo con su nefasta secuela de corrupción y clientelismo que resultan del eterno retorno de quienes llegan a creerse imprescindibles y escogidos por mandato del destino para cubrir todo el espacio político y económico de una era infinita.

El Nacional

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