Opinión

El pasado no justifica el presente

El pasado  no justifica el presente

La historia dominicana revela un permanente intento por justificar el presente a partir del pasado. Lo grave es que no se hace como explicación dialéctica donde los acontecimientos de la actualidad sean expuestos como consecuencia natural del ayer que los ha determinado, sino como excusa para eludir responsabilidades ante el estigma de no haberse hecho lo debido recurriendo al pretexto inexcusable de que las cosas siempre han sido de esa manera.
Se trata de un argumento insostenible a través del cual se pretende evitar que se ponga de manifiesto un elemento que, de tan simple, resulta obvio: Si antes se procedió de forma inadecuada, nada puede ser capaz de hacernos asimilar que quienes sucedieron a los que actuaron de manera fallida no aplicaran las enmiendas de lugar para que todo empezara a hacerse de forma correcta. Es que asumen una retórica que evidencia que nos consideran un grupo de imbéciles.

Para solo recurrir a un tramito de historia contemporánea, recordemos a quién sustituyó el PLD en 1996. ¿Se había o no ejercido mal el poder antes de esa fecha? ¿Hizo algo el presidente Fernández por erradicar los vicios del balaguerismo o, por el contrario, sus métodos de ejercicio gubernamental afianzaron ese modelo?

¿Por qué Hipólito Mejía y el entonces PRD no tomaron las medidas pertinentes para que se produjeran las debidas consecuencias por las acciones nefastas del gobierno peledeísta? ¿Se olvida la estrambótica expresión del expresidente Mejía de que “a Leonelito déjenlo tranquilo”?
¿Si el gobierno del PRD fue pésimo como alegan los dirigentes del PLD, por qué este último no propició que a sus cabecillas se les aplicara todo el peso de la legislación penal?
Estas actitudes forman parte del entramado de complicidad que ha prevalecido en nuestra clase política tradicional que, desde hace muchísimo tiempo, ha incurrido en un proceso de igualación donde sus diferencias han quedado reducidas a siglas y colores partidarios.

En ese sentido, esgrimir como arma de defensa que los predecesores de las actuales autoridades carecen de autoridad moral para resaltar las inconductas del presente constituye, con independencia de la veracidad del argumento, un mecanismo deleznable en manos de quienes habiendo gobernado tanto tiempo debieron superar las prácticas reñidas con las leyes, haber erradicado la histórica impunidad que en este país ha primado y comprender que su compromiso era con el porvenir, no refugiarse en justificaciones infundadas que no hacen más que agravar su situación.

El Nacional

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