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El planeta ha soportado  todos los ataques  

El planeta ha soportado  todos los ataques  

Con lo vieja que es -4, 500 años de edad, más o menos-, y porque ha aprendido la dura lección de sobrevivir a todo -incluso al fuego inicial que la hizo hervir como una papa al horno-, la tierra no ha encontrado todavía en el universo un fenómeno tan fuerte que la parta en dos.

No hay perspectivas de que esto suceda en los siglos del porvenir tampoco.

Menos aún en tiempo tan reciente como el 2012, una pesadilla hipotética común que ya deja buenos dividendos.

Ni siquiera los poderosos cometas que la hirieron de gravedad pudieron rajalarla o desequilibrar su órbita

Colocar fechas finiseculares en las que todo termina en un gigantesco drama infernal para la humanidad y los seres vivos y el planeta entero ha sido uno de los hábitos religiosos y acientíficos más recurrentes.

 Resulta bastante barato, se obtiene publicitad más económica aún y no hay pérdidas importantes salvo de la credibilidad si el suceso no ocurre. Incluso Hollywood  sale ganando unos buenos millones con la fiesta del exterminio misterioso de origen divino.

Casi siempre todo castigo viene del cielo.

El infierno se halla tan resguardado que suele operar sólo para después del temido deceso.

Cuando el cometa Halley intentó mojar su extensa cola de 1910 en las aguas del planeta, creó un pánico extraordinario a nivel mundial.

Incluso, muchos delincuentes se entregaron espontáneamente y otros malvados, excluidos los tiranos, se disculparon y hablaron de “arrepentimiento.”

Se creía que la monstruosa estela del cometa envenenaría la tierra dado que iba a cruzar sobre el globo, sin pagar peaje ni pedir permiso, como suele suceder con estos ejemplares helados y perversos a los que se atribuye hasta la mala suerte.

Antes cuando un planeta cruzaba los cielos se predicaba de todo menos lo que realmente iba a suceder.

Extrañamente, la gente es capaz de creer un suceso del que no hay una precisión ni siquiera  lejana sólo porque se halla en un libro de lectura popular o porque  lo describen ideogramas de una creencia  específica.

Y  llegan a rechazar otro de ocurrencia reciente, verificada por comprobaciones rigurosas, que le parece, arbitrariamente, de fuente dudosa.

La gente quiere creer y dado que el mundo, contrario a lo que creíamos de pequeños, es inseguro y se presta fácilmente a la catástrofe que duele.

El primero puede ser un mito -como todo Apocalipsis lo es-, y sin embargo, se lleva la presea de la aceptación colectiva.

El segundo llega a ser rigurosamente cierto y se puebla de dudas.

El sentido común -que suele ser arbitrario e impulsivamente visual-, de alguna manera lo rechaza o duda de él porque no lo enunció una autoridad nostradámica, por ejemplo.

Todo Apocalipsis -sobre todo descrito en un pasado remoto como inminente-, o trae en el borde un sabor a predicción religiosa.

Una predicción maya pretende afirmar, sin detallar cómo será este suceso, la realidad de un exterminio a nivel planetario en el 2012.

No hay dos calendarios parecidos.

Antes, cada civilización  tenía su modo particular de jugárselas con el tiempo y su medida. Asimismo de medir las circunvoluciones de los astros.

Había ciclos temporales cortísimos y otros resultaban milenarios.

No hay concordancia ciertamente sobre día y hora de un suceso megaestelar o extraordinario que afectara la vida en la tierra.

Ahora mismo no hay en el horizonte estelar una amenaza que pudiera afectar al planeta en el futuro mediato o inmediato, aunque pudiera suceder.

El Apocalipsis de Juan no es el único, y ya antes de la Biblia, posteriormente hubo otros en otros pueblos a lo mejor escritos para amedrentar.

No hay  día en que en que no ocurra aunque sea un pequeño Apocalipsis familiar, en el vecindario, en cada acto de conciencia.

Pero hay quienes -incluso religiosos, perdedores de tiempo, astrólogos y predicadores de cualquier pelambre-, medran con este tipo de datos que encuentran crédulos por montones.

El mundo terminará un día según la ciencia, en miles de millones de años, cuando el sol agote su combustible y se lo ingiera de un sorbo,  como un triste y solitario aguacate maduro previamente batido, quemado y ya  sin fuerzas.

Será una cena al carbón bajo la mirada impasible de los astros indiferentes.

Para esa fecha funesta, ya el hombre -o lo que quede de su patética civilización-, se habrá buscado algún refugio en el espacio exterior, si es que llega a eso, y para lo que parece ir tomando conciencia. Este no va a ser el último planeta a ser habitado por el ser humano, lo cual parece seguro.

La conquista del espacio ya no es ciencia ficción.

El Nacional

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