Opinión

El poder

El poder

El fallecimiento de Margaret Thatcher, uno de los íconos que junto a Ronald Reagan representaron la derecha en la década de los ochenta, me ha hecho recordar esa extraña relación que se genera entre quienes ejercen funciones públicas y el poder.

Al margen de que Thatcher rompió los esquemas de la política británica al convertirse en la primer mujer en ser electa primer ministro (y hasta el día de hoy ha sido la única), con lo cual la sitúa ya en un lugar excepcional en la historia,  ella se aferró al poder. Es más, cuentan los historiadores que ella le gustaba tener poder, y todo el poder.

Cuando en 1979 alcanzó la victoria electoral y fue electa como primer ministro, inició su mandato con altos niveles de popularidad,  que la mantuvieron en el gobierno hasta 1990, cuando, como consecuencia de malas políticas de recorte social y de enfrentamiento con sindicatos, junto a otros factores,  tuvo que renunciar del gobierno, y dar paso a un nuevo liderazgo.

Ha sido muy documentado que la noche en que Thatcher fue derrotada dentro de su propio partido, el Conservador, a fines de noviembre de 1990, ella preparó su memorable declaración de renuncia como primer ministro, la cual leyó el 22 de noviembre de ese año, bajo lágrimas. Hasta el último minuto, ella intentó mantener el poder, pero ya no tenía la legitimidad de años anteriores.

Siempre recuerdo la expresión de mi padre de que “el poder es como una sombra que pasa”. El ejercicio del poder político no es permanente. Quienes lo ejercen deben estar conscientes de esa realidad, que Luis Spota la retrata genialmente en su novela “El Primer Día”. Hay que tener la suficiente humildad para entender la transitoriedad del poder.  ¡Qué extraordinaria lección!

 

 

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