Opinión

El proceso sigue

El proceso sigue

Es casi imposible ocultar el engaño cuando de política se trata.  El arribismo, oportunismo y clientelismo se advierten con facilidad en el comportamiento de muchos de los que aquí están en la dirección de los partidos que tienen como objetivo llegar al poder por medio de la estafa política e ideológica.

En razón de la gran influencia que ejercen los partidos tradicionales en el seno de las masas populares, constituye una labor política de singular importancia buscar la forma de que los hombres y mujeres del pueblo, los de abajo, rompan con el dominio que tienen las cúpulas corrompidas sobre las bases de sus respectivas organizaciones.   Hay una diferencia profunda entre los que están en el accionar político para confundir y engatusar a los humildes, y los que aspiran a que el pueblo se libere de las cadenas de la opresión social y política.

El estado de calamidad, desastre y desgracia que las cúpulas de los partidos del sistema han llevado al país, ha permitido que el pueblo dominicano comprenda quienes son sus amigos y se preocupan por los cambios con seriedad, y los que están en la politiquería para que continúe la situación calamitosa, perjudicial y la desesperación que prevalece ahora.  Para crear un clima venturoso para los que aquí son los más se requiere que la dirección política cambie en todos los órdenes, comenzando con los partidos y terminando con el Estado y sus instituciones. Solamente así los dominicanos y dominicanas que aspiran a una nueva vida pueden salir del estado de pobreza en que les han llevado aquellos que han gobernado con el único objetivo de resolver sus problemas personales y enriquecerse.  Los que han controlado el poder político en los últimos años han demostrado que no tienen el más mínimo sentido de lo que significa bienestar para el pueblo, solución de los problemas cardinales de las masas populares, de los que aquí viven de su trabajo material e intelectual.

Los pueblos no pueden esperar que sus enemigos se van a presentar tal como son en realidad. Los adversarios del pueblo se presentan como preocupados por los cambios sociales, económicos y políticos para que, supuestamente, los oprimidos  salgan de su situación de opresión en que se encuentran.  Los falsos demócratas se hacen llamar reformistas, socialdemócratas y progresistas con el fin de que las grandes mayorías se confundan. Aquí ha ocurrido, lo mismo que en otros países de América Latina y el Caribe, donde partidos dirigidos por delincuentes dicen que la liberación de los pobres llegará por vía del reformismo, o la socialdemócracia, pero lo que ha enseñado la práctica es que todo no ha sido más que formas diversas de como engañar, estafar políticamente.  Las poses ideológicas no son más que caretas para cubrir el rostro del sistema . 

La lucha social y política en nuestro país ha puesto de manifiesto que la generalidad de los aquí han llegado al poder están dominados por la ambición, el arribismo y el oportunismo y que los intereses del pueblo no están en juego.  Las palabras miseria, pobreza, hambre, insalubridad, analfabetismo, desempleo y combate a la corrupción, solamente aparecen como recurso de campaña electoral, pero una vez los grupos aliados con el sistema toman el control del Estado, se evidencia que una cosa es lo que dicen los politiqueros para llegar y otra la que practican. La mentira forma parte de la forma de ser de los que controlan los partidos tradicionales y que son los mismos que han administrado el país como si fuera un propiedad individual.

El tiempo va en favor de los que se identifican con las causas justas.  Por más que la minoría nacional utilice todas las formas de lucha política  de como mantener pisoteado al pueblo, el proceso social no se detiene y el futuro está de parte de los que hoy son los más aunque no están en el control del poder político y para que se compruebe esta situación solamente hay que hacer un examen sereno de lo que han sido las diferentes administraciones que ha padecido el pueblo dominicano y que expresan frustración y desesperanza.

El Nacional

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