Opinión

El residencial “Yarey”

El residencial “Yarey”

Como le escribo a la vida, al dolor, al amor, a las ingratitudes, a la justicia, al derecho, vivencias, historias, a las instituciones y a los pueblos, con sus necesidades y problemas, hace más de 45 años vengo luchando y continuaré hasta el final de mis días.

Hoy, en los albores del año 2013,  les escribo a quienes residimos en esta edificación de la avenida Rómulo Betancourt, de Santo Domingo, con un tránsito vehicular abusador, imprudente, aunque existen muchos respetuosos, cumplidores, decentes y hasta “bárbaros”, que han aumentado 10 pesos a humildes pasajeros y 50 y 100 a las carreras.

Desde que empecé a residir aquí, aunque permanezco más en San Cristóbal, hace cerca de 25 años, el inolvidable compadre y fiel amigo, profesor Bienvenido Bautista, iniciamos acciones tendentes al respeto, conversando con algunos padres y tutores.

Ya los entonces menores son todos mayores, viven en otros lugares, son profesionales algunos.

Hace algunos años, han surgido aquí nuevos niños, adolescentes y jóvenes. Entran y salen carros, yipetas, motores, en su mayoría velozmente. Hemos dirigido correspondencias y conversado con algunos de sus progenitores, a fin de evitar desgracias y para controlar ciertas bullas que pudieran causar molestias a familiares.

Ha sido nuestro objetivo fundamental, luchar por la paz, proteger vidas y garantizar respeto para todos.

Esos niños y adolescentes han ido creciendo,  y tienen cada cual su forma de ser, y a veces vienen otros no residentes, amiguitos. Entre ellos hay una niña muy inteligente, dedicada como la mayoría a sus estudios, con un gran perfil de belleza, a quien le llamamos, la “Reina”, aunque  en verdad puede llagar. Sus padres son personas muy laboriosas y con estampa de moralidad y templanza.

Y como desconozco el nombre de ella, tiene condiciones para alcanzar ese trono,  corona y distinción. En días pasados, mientras me encontraba con un fuerte dolor estomacal y semidormido, la futura “Reina” llegó a su residencia en horas de la noche  y en tres ocasiones pronunció en alta voz nuestros apellidos, y abrimos un poco preocupados parte de la ventana y de buena fe, y sin jamás ofenderle, les dijimos algunas quejas, notando que una yipeta color negra estaba estacionada en nuestra cercanía con personas que desconocemos, pero luego nos enteramos que son ciudadanos de distinción, respeto y honor.

El residencial Yarey, está hoy pintado de bellos y atractivos colores, y ofrece admiración y loables comentarios.

Este triunfo, proyección y formato novedoso, se debe a la ingente y brillante iniciativa del queridísimo amigo, doctor Manuel Adriano Grullón, presidente de este condominio y  los apreciados directivos a quienes se ha encomendado la pintura, acción que merece nuestras sinceras congratulaciones a Don Adriano y acompañantes y a todos los que aquí vivimos, felicidades, paz y próspero año 2013, y a la futura reina, que cuente con mi amistad, así como su hermano y demás niños. ¡Siempre se puede llegar!

 

El Nacional

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