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El ser o no ser del internauta

El ser o no ser del internauta

Usted, que acaba de iniciar la lectura de este artículo, tal vez sólo unos momentos antes estaba leyendo un mensaje que le enviaron a su móvil a través del susodicho whatsApp, o estaba revisando su correo electrónico, atiborrado de mensajes indeseados y ofertas publicitarias. Posiblemente esté estudiando la posibilidad de responder a algunos de ellos de los que considera más importantes.
En todo caso, también es muy probable que producto de ver algún video o fotografía chistosa, de los miles que circulan en la red, a su rostro se asomara una sonrisa o una estruendosa risa. No es exagerado decir que si la banalidad se presentaba antes al abrir la puerta, hoy está al alcance de un click y una pequeña pantalla.
Si antes el dilema existencial era ser o no ser, a ese que Shakespeare nos obligó durante muchas décadas, ahora se reduce, a tener o no un teléfono y estar conectado al internet, y por ende a las vitales redes sociales.
Sin ser muy extremos, podemos decir, que usted puede ser otro de los que ha sido atrapado o que está en permanente contacto con el mundo digital. Algunos datos, ofrecidos por la compañía investigadora Qmee, arrojan luz al asunto, y lo que muestra es que hay tráfico agotador y trepidante.
Veamos. En un minuto, tan sólo en el Reino Unido, se envían 278 mil tuits, a Skype se conectan 1,4 millones de personas, se producen 1,8 millones de me gusta y a You Tube se suben 72 horas de video.
Pero los datos no se quedan ahí, por lo que también en tan sólo 60 segundos, según la firma citada, en la tierra del genial creador de Hamlet y Otello, se producen dos millones de búsquedas en Google, se crean además 571 nuevas páginas y se envían, nada más y nada menos que 204 millones de correos electrónicos.
Los datos son apabullantes. No hay que ser un genio en la materia para expresar que el Internet y su desarrollo tecnológico, además de atravesar todas las ciencias y sacudir todos los aspectos humanos, es hoy un elemento sin el cual no se puede concebir las relaciones entre los seres humanos.
Ahora, la pregunta que importa. ¿Cuán dañino o beneficioso puede ser esto? Y esto a partir del hecho de que estar más conectados nos proporcione más cercanía con los otros, y que la información y el conocimiento no nos provee de mayor sabiduría, y que no está garantizado que la mayor parte del tiempo que estemos más conectados estemos realmente a la búsqueda de datos y herramientas que nos ayuden a enfrentarnos a un mundo tan complejo.
Selfie. El auto-retrato da una idea de por dónde andamos. El selfie más famoso de Elles Degeneres en la gala de los Oscar en el 2014 desató una diarrea planetaria. Hoy todos nos tomamos uno. Hoy subimos a las redes nuestra imagen para dar complacencia a un ego que no tiene límites. snapchat, facebook, whatsApp, you tube son plataformas que permiten que la vanidad encumbre.
Lo legal, lo judicial, la medicina, lo educativo, lo político, lo amoroso, el crimen, todo está incluido en este paquete oscuro-luminoso que nos regala Internet y las redes sociales.
El hecho está en saber cómo discriminar los asuntos, y en qué invertir el tiempo en que pasamos en el fabuloso mundo digital.
El uso de la Internet plantea el reto: nos ahoga la superficialidad, o sirve la red para adentrarnos a la profundidad del conocimiento y la tecnología. Usted elige, amigo internauta. El remedio y la enfermedad son brindadas al mismo tiempo.
El autor es periodista y escritor.

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