Opinión

El verdadero cambio

El verdadero cambio

El cambio que viene con Luis Abinader promete ser substancial, no puede ser suave ni a medias. De ideas, de proceder, en fin, de políticas económicas. Con la clara visión de un Estado productivo, generador de empleos, medio primordial de bienestar para todos y cada uno de los dominicanos. Combatir y erradicar la errada creencia de que el erario es un botín para enriquecer a unos cuantos y empobrecer al resto de la población es la propuesta básica e innegociable de este cambio. Demanda inaplazable que se manifiesta día a día en los medios de expresión a que tiene libre acceso la población.

La presencia de nuevas figuras al lado de Abinader avisa y provoca confianza en beneficio del cambio a emprender como líder opositor y esperanza de una sociedad seriamente amenazada. El liderazgo político se ve precisado a un reordenamiento que se manifiesta en la activa presencia de nuevos dirigentes con una imagen acorde con estos tiempos.

Eduardo Sanz Lovatón, aspirante a senador por el Distrito Nacional –para muestra, un botón-, es una de esas figuras que emergen respondiendo a la necesidad de asumir las transformaciones con determinación. Concibe la política como un instrumento de promoción humana y justica social. “La filosofía del humanismo guía mis pasos: el empeño por mejorar las condiciones de vida es el centro de nuestra actividad política, actividad que otros distorsionan tornándola en una carrera absurda solo por tener más y más, y no para servir al país”, es parte del discurso de este joven con valores son apreciables.

Las cosas toman su forma y reordenan desafiando un poder que se entiende eterno, sostenido en la fuerza del fraude y el uso de los fondos públicos. Poder atrapado en los mismos intereses cuya vigencia hace improbable el cambio necesario. Un partido que niega oportunidades a personas y grupos emergentes, dentro y fuera de sus filas, está condenado a deteriorarse y desaparecer, presa de esa inercia. Es lo que ocurre ahora en el PLD, resultado de un acuerdo colectivo de continuidad en el Ejecutivo, el Congreso y los ayuntamientos, poniendo a un lado nuevos valores.El aburrimiento y las penas para los demás. En un partido así, una joven promesa no tiene nada que buscar, a no ser canonjías o un empleo mediocre, en el mejor de los casos.

Ni el PRM, ni los demás partidos de la Convergencia están obligados a copiar este comportamiento. Comprometidos, como su candidato presidencial, con un proyecto de cambio verdadero e integral, los une un programa nacional de prosperidad. El PLD habrá sido exitoso en la búsqueda del poder, que lo ha sido, pero el trance al que ha sido sometido cuestiona gravemente sus proyección electoral para el 2016. El arrebato, desplazamiento brusco o la muerte de un líder no es algo que una fuerza política pueda superar sin que las consecuencias sean catastróficas para ese partido.

El Nacional

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