¿Qué Pasa?

En Cuba la percusión tiene nombre de mujer

En Cuba la percusión tiene nombre de mujer

 

 

LA HABANA. AP. Tienen las uñas largas y cuidadas a pesar de que sus manos golpean duros cueros para sacar ese un ritmo pegajoso que caracteriza a la música cubana. Se las ve sonrientes y seguras, pero para llegar a donde están, hacer su espectáculo de percusión y mostrar su arte, las seis mujeres integrantes de la orquesta “Obiní Batá” tuvieron que pasar por encima de prejuicios y añejos tabúes.

Hasta hace pocos años el mundo de la percusión en la isla caribeña era esencialmente masculino y sagrado, se veían pocas féminas tras un bongó o una batería y ninguna dándole voz a los tambores batá, totalmente prohibidos para ellas en la tradición de las religiones afrocubanas que dominan el paisaje espiritual y artístico de Cuba.

Sin embargo, así como las mujeres ganaron espacio en la política, el mundo académico y otros aspectos de la sociedad cubana, también lo están haciendo en el campo de la percusión, al punto de que los expertos hablan de un boom que empezó a gestarse en la década de 1990.

“Me lancé a lo desconocido”, comentó con tono pícaro a la AP, Eva Despaigne, la directora de Obiní Batá, la primera orquesta de mujeres que se atrevieron a tocar este tipo de tambores a comienzos de la década de los 90 y hacer de ello un arte. “He sufrido muchos dolores de cabeza por eso”.

El nivel de las percusionistas es tal que muchas consiguieron crear sus propias agrupaciones, como la de la jazzista Yissy García; tomado la tradición de sus padres y tíos como Yuliet Abreu –de “Los Papines”– para lucirse sobre un escenario, o insertarse en las bandas de rock más prestigiosas como Nailé Sosa.

Lanzadas de manera independiente en 1994 -luego de que un grupo de féminas decidieran separarse del Conjunto Folklórico Nacional- Obiní Batá estuvo en solitario por años en el paisaje de la percusión cubana, pero a fuerza de persistencia Despaigne le abrió el camino a otras como ella.

“Nos prohibieron ensayar en los tambores del grupo (Conjunto Folklórico Nacional). Nos cerraban las puertas para los ensayos. A quienes nos enseñaban les decían que eso les costaría participar en una gira o actividad importante”, lamentó Despaigne, una mulata de piel tersa y 60 años de edad, que comenzó su vida artística como bailarina. Despaigne se pasó mucho tiempo explicando a sus colegas varones que lo que hacen las “Obiní Batá” no es religión, pues en este rubro los tambores batá deben ser consagrados y sus ejecutantes pasar por un largo y selectivo rito, sino arte y para ella, finalmente los desacralizados tiempos que vive la isla ahora están rompiendo la barrera de discriminación contras las mujeres percusionistas.

Eso y el resultado de una educación formal de conservatorios en la isla que llevan profesionalizando cada año decenas de chicas que eligieron volcarse a esta especialidad musical.

“De los 90 para acá, las muchachitas comenzaron a estudiar (masivamente) percusión y son muchas ya las graduadas”, comentó orgullosa a la AP Mercedes Lay, una musicóloga que colabora con el Centro Investigaciones de la Música Cubana.

Haciendo un poco de historia Lay comentó que comparativamente “en la década del 20 (del siglo pasado) eran apenas dos o tres mujeres” las que se atrevían con pailas o bongó y casi ninguna salía a escena. Posteriormente, incluso después del triunfo de la revolución, la mayoría de las féminas que se sumaron al sistema de educación musical abierto para todos los interesados sin importar nivel adquisitivo, raza o posición social optaba por instrumentos como piano o flauta.

El Nacional

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