Opinión

En el sueño de Brasil

En el sueño de Brasil

Orlando Gómez Torres

Después de casi una década de crecimiento que le pintaron como el ejemplo de Latinoamérica, Brasil en los últimos cuatro años ha visto sus sueños de desarrollo desinflarse junto con su economía. La República Dominicana puede aprender muchas cosas del tropiezo de Brasil, puesto que justamente de ese país hemos copiado muchas de las medidas que hoy tienen a la potencia suramericana viviendo el peor momento de sus últimos 20 años. Si bien la situación brasileña no se asemeja ni por aproximación al desastre de Venezuela, sí es importante que vayamos aprendiendo de los errores de nuestros vecinos.

Actualmente Brasil está en la delicada posición de tener un crecimiento débil (de vez en cuando negativo) con una inflación que cada vez más luce escapar al control del Banco Central de Brasil. Esto sumado a una deuda pública inflada, la carga tributaria más pesada de los países en desarrollo, un déficit fiscal significativo, un Estado agigantado y plagado de instituciones redundantes e innecesarias, hace bien complejo el problema carioca cuyas soluciones solo podrán venir con un alto costo político.

Para controlar la inflación Brasil optó, inexplicablemente, por el control de precios en la tarifa eléctrica, los combustibles y el transporte, los cuales ha tenido que subsidiar a un alto costo para las finanzas de ese país, lo que sumado a las generosas pensiones que paga el Estado y los planes asistencialistas masivos, han llevado al gasto público hasta un punto insostenible. Debe llamarnos la atención que si bien hablo de Brasil, todo lo anterior podría decirse casi idénticamente de la República Dominicana.

No obstante lo antes dicho, cabe destacar que existen diferencias importantes que para nosotros representan oportunidades y que para Brasil representan un desafío. Con el pretexto de proteger la producción nacional (aunque realmente sea para proteger el precio del Real brasileño), los suramericanos tienen severos impuestos a las importaciones y controles para la expatriación de capitales, lo que ha contribuído de manera negativa hacia el estado actual de su economía y cuyo ajuste vendrá a un alto costo. República Dominicana por su lado tiene una economía abierta y sin restricciones significativas a la entrada y salida de capitales, lo que nos permite realizar ajustes y hacer reformas económicas de forma más flexible y sin distorsiones. El grueso de la carga de las pensiones brasileñas recae sobre el Estado, pensiones que a su vez son sumamente generosas pero a la vez insostenibles, lo que dista en cierta forma del caso nuestro.

Mientras ya se espera que Brasil entre en una recesión técnica, y el pueblo brasileño ya está en la calle protestando los ajustes que viene haciendo el gobierno de Dilma Rouseff, la República Dominicana viene creciendo de manera significativa. Es tiempo de que los dominicanos reflexionemos y hagamos las reformas al gasto público, al sistema tributario, al sector eléctrico, la regulación de los combustibles y el transporte público de forma tal que en unos años nos evite vernos en el espejo que hoy Brasil tiene de frente.

El Nacional

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