Opinión

En Navidad, tío Lilo

En Navidad, tío Lilo

SANTIAGO.- Francisco Porfirio Veras Toribio, Don Lilo, nació en la sección de El Limón de la entonces Común de Santiago, el 23 de diciembre de 1908 y murió a la edad de 94 años en Santiago, ciudad donde siempre vivió, el día 5 de enero del año 2002, sobresaliendo como profesional del derecho en 68 años de una práctica impecable recordada reiteradamente en los últimos días desde la prensa al cumplirse, precisamente hoy, el centenario de su nacimiento.

Tío Lilo, hermano de mi suegro querido y ya fallecido, Delio Virgilio Veras Toribio, era el patriarca de la familia Veras Lozano, formada desde el 10 de diciembre de 1937 con María Elena Lozano, tía María Elena, prolífera y reconocida familia en Santiago y el país por lo aportes a diferentes disciplinas profesionales, pero también era el referente de todos sus hermanos y hermanas, a quienes respondía siempre con el cariño y la firmeza que le distinguía.

  Juntando las ocasiones, el centenario de tío Lilo y la Navidad, con una tercera que es la posibilidad de este espacio semanal, comparto algunas expresiones de recuerdo para tío Lilo, de los muchos momentos atesorados por siempre en mi corazón, agradeciendo de paso a la muy querida tía María Elena, afortunadamente en este mundo como “el primer guandul”, y a las primas y Veras Lozano, por haberme acogido hace casi cuarenta años como una más de esta amplia y prolongada familia por opción y acción, y por demostrarme siempre tanto cariño.

Al margen de que tío Lilo fuera especialmente afectuoso con su sobrino, tuvo para conmigo detalles filiales que aportaron mucho a mi “aplatanamiento” y más aún, a mi empoderamiento como ciudadana dominicana ejercida y valorada. Tío Lilo fue siempre el ejemplo personal de pulcritud profesional y familiar que conocí siendo una joven mujer de apenas 20 años, contribuyendo a nuestra formación, otorgándonos a través del tiempo el apoyo afectuoso a cada acción pública realizada, con una llamadita al teléfono que invariablemente encabezaba con “mi sobrinita querida”. (Hay que ver lo que conmueven y empoderan apelativos semejantes a una persona que nada frecuentemente contra la corriente y además, es “extranjera a la vista”!).

Hay que agregar el aporte de inmenso cariño que tuvo tío Lilo con nuestra hija a la que también acompaño profesionalmente con una formación de lujo, transfiriéndole las mejores pautas para una práctica ética, decente y respetuosa, desde que ella empezara sus estudios de derecho en la PUCMM, hasta el día de hoy, en que es una orgullosa heredera de sus lecciones, las que pone en práctica día a día, recordando siempre que “tío Lilo hacía y decía o hiciera y dijera”.

Claro que María Alejandra no fue la única, ya que por su oficina pasaron respetados y prominentes abogados, como sus propios hijo e hija, Luís Jerónimo Veras Lozano y Olga Veras Lozano; Ramón Antonio Veras, Negro; Ramón García, fallecido a destiempo; Julián Serulle; Flavio Espinal H. y su hijo, Flavio Darío Espinal J.; solo por nombrar algunos, profesionales que precisamente se han destacado siempre por su pulcritud ética en el ejercicio del derecho.

Tío Lilo, fue y es una fuente de orgullo para la comunidad jurídica de Santiago y el país, como se ha dicho muchas veces en los múltiples reconocimientos que recibió en vida y después de su partida, pero también es reconocido por quienes formamos orgullosamente parte de su familia, por ser el pariente clave en el amor filial, el que siempre estuvo presente para reforzar el afecto y la dignidad, y sobre todo, el que alentó la honestidad, integridad, rectitud y decencia de toda su parentela.

susipola@gmail.com

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