Opinión

ENFOQUE SEMANAL

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Justicia necesita cirugía no calmantes para niños

La justicia dominicana viene siendo estremecida, hasta sus raíces, por una serie de escándalos a los cuales, si no se les pone remedio a tiempo, se convertirán en permanentes y convertirán en un estercolero, lo que es la más importante misión del hombre, según la definición de Ulpiano, uno de los Padres del Derecho Romano, consistente en vivir honestamente, no hacer daño a nadie y dar a cada quién lo suyo.

El caso que ahora nos ocupa se refiere a los sobornos, alegadamente aceptados por los magistrados José Dionisio Duvergé Mejía, Víctor Mejía Lebrón y Rosó Vallejo Espinosa, titulares de distintos juzgados de instrucción permanentes, para previo el recibo de sobornos que podían oscilar entre cien mil y un millón de pesos, favorecer a reconocidos narcotraficantes con sentencias complacientes.

El hecho había sido implementado aprovechando fallos del sistema electrónico denominado Supremo Plus, para volver al libro de escritura manual, y aprovechando las circunstancias de que los casos de narcotráfico fuesen aparar indefectiblemente a manos del magistrado José Dionisio Duvergé Mejía, donde abogados inescrupulosos pagaban las cuantiosas coimas para ser rápidamente favorecidos con sentencias liberatorias de sus clientes. Ya existía el precedente de los casos de los magistrados Awilda Reyes y Francisco Arias Valera, suspendidos de sus cargos puestos y bajo complacientes prisiones domiciliarias, mientras sus casos duermen sueño eterno en la Corte de Apelación de Santo Domingo.

Se creyó que con nuevos códigos penales y procesales, importados por esfuerzos de entidades que sirven intereses foráneos, tendríamos una justicia moderna y eficiente, sustituyendo los vetustos códigos napoleónicos, importados de Francia en la década del 1880, olvidándonos que no es cuestión de sistemas novedosos, sino de hombres y mujeres probos y por eso estamos como estamos.

Ya a nuestros palacios de justicia no se va a discutir quién tiene o no la razón, en un caso determinado, sino a fijar la suma a pagar para echarle tierra al asunto, por muy mal que este huela, porque ya la gente prefiere vivir con opulencia a hacerlo con decencia, porque como decía nuestro gran poeta santiaguero ya desaparecido, Cunito Cabral, el papá de doña Peggy viuda Peña Gómez, en uno de sus famosos poemas, Dios mío, no es que quiera fortuna, pero se ve más bonita, desde un Packard la luna.

Todavía no todo está perdido, ya que a partir del próximo 16 de Agosto, estrenaremos un nuevo Consejo Nacional de las Magistratura, y por consiguiente habrá nuevos jueces impartiendo justicia. Pero o actuamos con drasticidad y presteza, o el barco de la justicia, que ya está haciendo agua, terminará por hundirse. Y adiós país.
Y hasta el próximo domingo, con más Jerez y más whisky

El Nacional

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