Opinión

ENFOQUE SEMANAL

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Los trascendentales 14 minutos de Danilo Medina

 

El sobrio discurso pronunciado por el Presidente Danilo Medina el pasado miércoles en la inauguración del 69 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, puede calificarse de uno de los más importantes de su brillante carrera política.

El Jefe del Estado había viajado a la ciudad de los rascacielos, ese mismo día acompañado del Secretario de la Presidencia, Gustavo Montalvo, del Ministro de Relaciones Exteriores, licenciado Andrés Navarro, y el Ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta.

La inauguración anual de la Asamblea General de la ONU está sujeta un rígido protocolo, dado el gran número de jefes de Estado y de Gobierno que participan en la ceremonia, pero el turno concedido a nuestro Primer mandatario, demostró la importancia que previamente se había dado a las palabras por pronunciarse.

El Presidente Medina dedicó casi todo su discurso, salvo algunas excepciones, a tratar el tema de las difíciles relaciones domínico-haitianas, agravada por la intromisión de potencias extranjeras que nos quieren inculpar de un racismo inexistente y de las dificultades generadas por una inmigración descontrolada hacia nuestro suelo de los habitantes del vecino país, desprovistos de ningún tipo de documentación, lo que dificulta la aplicación de dicho estatus legislativo.

Por eso tuvo toda la razón nuestro Primer Mandatario al decir a quienes se han comprometido con ayudar al pueblo haitiano a superar sus ancestrales problemas socioeconómicos, de que ha llegado la hora de pasar de las promesas a las acciones concretas.

Desdichadamente ninguno de los gobiernos haitianos, desde su constitución como Estado en 1805, se ha preocupado de dotar de documentos de identidad a sus ciudadanos, para facilitar su gobernanza, por lo cual cada una de sus gentes puede elegir el apellido de quiera, cosa prácticamente inexistente en cualquier otra nación mediante civilizada.

Por eso ha sido tan dificultoso el regularizar a quienes alegan, siendo verdad o falso, que nacieron en suelo dominicano, hijo de padres haitianos, cuando ningún dominicano puede ir a una Oficialía del Estado Civil a declarar el nacimiento de un hijo sin estar provisto de su Cédula de Identidad y Electoral.

Ningún país ha sido tan generoso, a la hora de ayudar a los haitianos en sus horas de mayores penurias, que los dominicanos, y en estos momentos, industriales criollos están haciendo cuantiosas inversiones, creando miles de empleos en el vecino país, como forma de paliar su desempleo y ayudar a su desarrollo, como apuntó el Presidente Mejía en su discurso de referencia.

Falta mucho por hacer, tanto en educación como en salud, en favor de dominicanos y haitianos, como apuntó certeramente nuestro Primer Mandatario, pero hemos puesto manos a la obra, y esto es lo importante y que hay que reconocer, y no tratar de desmeritar, con falsos alegatos, como hacen algunos malos hijos de ambos pueblos.

Y hasta el próximo domino, con más Jerez y más whisky.

El Nacional

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