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Enseñar  o contar

Enseñar  o contar

 No ha sido suficientemente ponderada en el país   la justificación y existencia de una literatura dirigida al público  infantil y juvenil y mucho  menos se ha discutido  lo necesario  acerca del papel que ha de desempeñar esta literatura, por sencilla, no menos compleja  e interesante  que la producida para el lector adulto.

  La tendencia didáctica no es nueva, sino muy del pasado, pues la antigüedad de la literatura infantil registra suficientes evidencias de que en sus inicios fue una sirvienta de las normas morales, y sirvió como vía de corrección a los niños de la clase alta a los que se precisaba enseñar reglas de comportamiento social.

 La función principal de la literatura es divertir, pero será innegable que un texto  literario, al tiempo que provoca el placer estético, contribuya a desarrollar valores dignos de ser alojados en los espíritus infantiles. 

 Resulta difícil manejar hechos y situaciones con la intervención de caracteres humanos,  o describir pasiones y sentimientos  totalmente al margen  de las ideologías. Insisto en que en el pasado, el transmitir  normas, ideas, valores y creencias, al igual que la promoción  de actitudes, se realizaron con absoluta claridad de propósitos.

 Hubo un tiempo en el que los libros  infantiles constituyeron prontuarios de etiqueta social y  directrices para  instar a los pequeños a la obediencia y al  cultivo de virtudes. Hoy, el uso de la literatura infantil  para fines didácticos se inclinaría por el cuidado de la naturaleza y respeto por el medio ambiente y la conveniencia de alejarse de las drogas narcóticas.

Los ataques a vicios como la pereza, la envidia, el robo o el menosprecio a los demás, y  la exaltación a actitudes como prevención, el ahorro y la humildad se cuentan entre los temas abordados por las fábulas clásicas que la escuela ha hecho leer a diversas generaciones de niños en toda parte del mundo. A través de las fábulas hemos conocido la palabra “moraleja”.

En cada fábula, una vez atrapado el lector con una historia de burro, de conejo, de tortuga, de zorra, de cuervo, de hormiga o de cigarra, al final vino una sentencia en verso con un fin claramente didáctico o moralizante,  y la presentan de modo tal, que la moraleja resulta un detalle integrante de ese género.

Muchos libros del pasado, y  de la actualidad,  podrán  resultar muy útiles para la moderación de la conducta infantil, pero jamás serán  considerados  como obras literarias, pues la educación y la creación literaria son actividades diferentes, que persiguen fines diferentes, no obstante coincidir en algunos aspectos.

El error de algunos educadores y escritores ha sido sujetar la literatura destinada al público infantil a mecanismos y concepciones didácticas, pretendiendo que si no hay enseñanza no hay literatura. Es muy grave, sin duda, esta  distorsión.

Muy torcido el rumbo que se  impone a la literatura infantil cuando se le hace  fungir como sirviente de la pedagogía para extraer de ella utilidades moralizantes, aun a costa de convertir el libro   en un manual de normas de comportamientos.

La educación es, sin dudas,  el instrumento más idóneo para cambiar a un pueblo, para hacerlo mejor. Y un pueblo es mejor cuando entre sus integrantes predomina el respeto mutuo y cada uno se empeña en realizar bien su trabajo y cumplir con sus responsabilidades. El deterioro que se avista actualmente en la sociedad domini cana, sólo encuentra  explicación en el deterioro de nuestra educación.

Ahora bien, ¿qué papel desempeña la literatura infantil en todo esto? En primer lugar es una magnífica aliada de la educación para desarrollar en los niños las destrezas comunicativas. La obra literaria nutre el entendimiento del niño y por igual fortalece su imaginación y su capacidad creativa.

Los maestros conocen lo que los estudiantes necesitan saber y en cuáles valores se requiere enfatizar para sacar de ellos lo mejor. Un niño necesita conocer sobre  el origen del mundo, sobre el pasado de su país  y de la humanidad, necesita descubrir la naturaleza y necesita explicación sobre fenómenos de toda índole que ocurren en su entorno.

Cuentos, novelas y poemas pueden contribuir con la satisfacción de estas necesidades, pero debe quedar  claro, que no es esa su función primaria.

Seguiremos el próximo domingo.

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