Detenidos en Holanda
Fue el verano pasado. Un carro de la policía nos ordenó parar y sorprendidos obedecimos. Salíamos de Bélgica y nos dirigíamos a Alemania. Habíamos programado que para aprovechar nuestro paso por Holanda nos detendríamos a almorzar y así podríamos ver algo de este país. Rechazamos la idea de sentarnos en un restaurant y A unanimidad decidimos que mejor haríamos un picnic en una de sus áreas verdes. Parecía un pueblito de sueños. Todo limpio, tranquilo. La iglesia y las casas con grandes jardines nos evocaron las películas que nos hacían soñar con conocer otros países. Mi hija cámara en mano lo quiso fotografiar todo y mientras mi esposo esperaba turno para comprar los famosos quesos holandeses y otras guarniciones, nosotras salimos de la tienda y caminamos unas cuadras para poder apreciar un poco más y poder sentir y decir que habíamos pasado por Holanda.
Mi hija estaba maravillada. Era su primer viaje a Europa y hacíamos un recorrido por varios países en el que estaba previsto que en Holanda solo haríamos un Picnic, pero se nos fueron las ganas cuando el carro de la policía nos ordenó parar y al reconocernos como extranjeros nos habló en inglés. Miró a mi hija que para ese entonces solo tenía 13 años y con voz acusadora le preguntó ¿Why did you take pictures?
Aunque todos entendíamos inglés no comprendíamos nada. Hasta que el policía nos informó que una señora había llamado para informar que tres mujeres tomaban fotografías a su casa. De nada sirvió explicarle que quien había tomado las fotos era todavía una niña y que éramos turistas. De nada le sirvieron nuestras respuestas a todas sus preguntas. Tomó los documentos de mi esposo y los retuvo por cerca de media hora.
Hizo varias llamadas y luego se sentó a esperar hasta que se comprobara la veracidad de nuestra procedencia. Cuando por fin nos devolvió los documentos no quisimos más estar en Holanda.
