¿Qué Pasa?

Entre el cielo y tierra

Entre el cielo y tierra

Como los dominicanos

Brasilia. Brasil. Era domingo en la manana y salí a montar un poco de bicicleta. Poco antes de salir me dí cuenta que a una de las gomas le faltaba aire y decidí andar con mi bici al hombro hasta que encontrara la gasolinera más cercana.

Era en una de las grandes avenidas de Brasilia con carril para ciclistas. De pronto uno, dos, tres, varios se detuvieron a ofrecerme ayuda y en pocos minutos estuve rodeada de ciclistas profesionales brasileños que desmontaban gomas, echaban aire, cambiaban tubos, supervisaban y me hacían sentir como en Dominicana.

No es la primera vez que me pasa en Brasil. Desde el mismo día que llegamos he sentido ese calor de mi gente en esta gente, el mismo ánimo y el mismo ritmo pese a que lo de ellos es la samba, el choro y la bossa y lo nuestro el merengue, la salsa y la bachata.

Son tan o más conversadores que los dominicanos, igual de espontáneos e igual de colaboradores.

Aunque hablan otra lengua yo siento muchas veces que es casi la misma lengua. Los entiendo, y a pesar de que tienen mucha gente muy blanca y otras muy negras, muchos de sus hombres y mujeres son físicamente como yo y como gran parte de los dominicanos: mezcla de Africa y Europa en la piel y todo el cuerpo.

Siempre se ha dicho que el dominicano es amable, alegre, solidario y yo a veces siento que los brasilenos nos superan.

Si pides una dirección casi te toman de la mano y te llevan lo más cerca posible y apenas conociendote te dan un beso de despedida como si te hubiesen conocido de toda la vida.

Una tarde a pocos días de llegar visitábamos una casa que queríamos alquilar. Vimos pasar una pareja y nos acercamos para preguntarle sobre las condiciones del sector y vaya sorpresa. La pareja vivía en una hermosa mansión a la que nos invitaron a entrar, nos ofrecieron café y sin conocernos antes estuvimos conversando hasta que casi llegó la noche.

Creo que en otros tiempos talvez lo mismo hubiese hecho un dominicano, solo que ahora la inseguridad le aterra. El brasileño pese a sus favelas y sus afavelados se atreve.

 

 

 

 

 

 

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