¿Qué Pasa?

Entre el Cielo y Tierra

Entre el Cielo y Tierra

Bruselas, Bélgica.- Crecí en una familia donde siempre se cocinaba pensando en tener un plato disponible por si alguien llegaba a la hora del moro y ahora me ha tocado vivir en un país donde nadie te toca la puerta sin estar previamente anunciado. Es una diferencia del cielo a la tierra.

De niña recuerdo que al mediodía con frecuencia había uno o varios  comensales de último minuto, alguien del campo que se le había hecho tarde en el pueblo o alguien que venía de La Capital sin avisar.

Aquello era como una religión en mi familia cibaeña y hoy, décadas después, poco han cambiado las cosas en mi casa de Cotuí. Nada que ver con mi apartamento en Bruselas, donde cuando suena el timbre de la puerta estoy segura que es el cartero para entregar algún correo certificado.

Acá nadie llega sin estar previamente invitado. No hay vecinos que cruzan a saludarte ni amigos que te sorprendan, sin embargo, recién llegada de Dominicana me tocaron la puerta y no era un cartero, eran tres mujeres que biblia en las manos se disponían a discursear de su versión sobre la palabra de Dios.

Vaya sorpresa. Jamás pensé que me encontraría con esta especie en el mismo centro de Europa.  Creí que eso solo lo hacían en nuestros países, donde la gente es más cálida y abierta.

Que me perdone Dios, pero cuando comenzaron a hablar les fingí que no entendía jota de francés. No estaba en ánimos para visitas inesperadas con largos discursos y discusiones posibles, sin embargo, de poco me sirvió la técnica, en Bruselas la gente habla muchos idiomas y machacando el español me hablaron por casi media hora, prometiendo volver con una hermana que habla perfectamente mi idioma materno.

No tenga nada contra la evangelización, pero pensé que saliendo de Dominicana estaría liberada de esas habituales visitas inesperadas de los Testigos de Jehová. Ya veo que salen hasta en la sopa.

 

El Nacional

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