París, Francia. Entrar al Moulin Rouge es una oportunidad de trasladarse y vivir un poco la belle époque de Francia. Yo, que tanto había escuchado de la historia de este emblemático cabaret parisino, al visitarlo me transporté a finales del pasado siglo, cuando a los pies del empinado barrio de Montmartre, fuera este el salón de baile de artistas y bohemios que
atraídos por las bailarinas del cancan, convirtieron el Moulin Rouge en un espacio atractivo para visitantes de todas partes del mundo.
Me encantó el variado espectáculo con sus bellas mujeres, vestidas de
plumas ,lentejuelas y poca tela, pero más que el luminoso y colorido espectáculo, me encantó el ambiente y todo lo que me evocó. Me imaginé los tiempos en los que allí actuaban luminarias como Edith Piaf, Charles Aznavour, Lisa Minelli, Frank Sinatra y otros grandes artistas y sentí que compartía espacio con reconocidas personalidades de la época, que siempre que visitaban París se daban una vuelta por el Moulin Rouge.
A la entrada, cientos de turistas se detienen a hacerse fotos frente al enorme y brillante Molino rojo, Muchos entran, otros solo pasan con la ilusión de volver algún día a disfrutar del glamour del Moulin Rouge, escenario y espectáculo que ha servido de inspiración a cineastas, pintores y artistas de diferentes épocas y vertientes.
Sobre la mesa, media botella de Champagne para todos los que ocupan espacio en el enorme salón, y mientras degustamos la espumosa bebida disfrutamos por dos horas de músicos, coristas, bailarines, malabaristas que se lucen en el majestuoso escenario con números como Los piratas, El pitón de Moulin Rouge, El circo de Doris, El Moulin Rouge de 1990, el Moulin Rouge de hoy y de ayer y ya casi al final, el French cancan, el más esperado por mi, gracias a los sueños que me provocaran imágenes inmortales que la historia de este lugar inspiró en pintores como Loutourse Lautrec, en películas ganadoras de oscares y en diversos espectáculos que toman como inspiración este cabaret parisino.
