Opinión

Entre el hoy y el ayer

Entre el hoy y el ayer

El presente dominicano es consecuencia del pasado. En nuestro artículo anterior afirmamos que no es posible justificar esta ominosa actualidad esgrimiendo acontecimientos del ayer como mecanismo para soslayar responsabilidades. Eso es una cosa, y otra distinta hacer una interpretación dialéctica de hechos ocurridos en el devenir histórico para asignar a los días que discurren sus causas fundamentales.

Autoridad moral para hacer esa evaluación científica tienen quienes no han sido partícipes del festín que ha generado esta resaca social de magnitudes lastimosas. Que los demás actúen de forma cínica, es un gesto burlesco que ofende la dignidad de un pueblo merecedor de mejor destino.

Analizadas las cosas de esa manera, ninguna de las características esenciales de los hechos que se están suscitando en nuestras propias narices debieran resultarnos extraños, ajenos ni desconocidos.

Todos, sin excepción, -pobreza, corrupción, impunidad, desigualdad, inequidad, problemas ancestrales no resueltos,- son derivaciones naturales de la sociedad que hemos construido y eso no ha ocurrido por arte de birlibirloque, tales sucesos tienen responsables, protagonistas, autores, cómplices, cierto que en mayor o en menor medida, pero resultan explicables y, lo más importante, pasibles de ser atribuibles a sus causantes principales.

Eludir esa responsabilidad es la tarea vital que en la cotidianidad se esfuerzan quienes deben ser los primeros señalados por las víctimas de sus inconductas, que no son otras que esa inmensa masa de ciudadanos depauperados condenados a permanecer en ese estado por obra y gracia de políticas públicas desastrosas que incluyen su adocenamiento para que incluso lleguen a cooperar con los verdugos de sus tragedias existenciales.

Ese proceso de alienación e inconsciencia de las etiologías de las desgracias que abaten a los pobres de la nación resulta comprensible, no es casual que hayan producido sus efectos las medidas tomadas para convertirlos en una especie de zombis que estiran sus manos suplicantes a las mismas fuentes que ocasionan sus penurias.

Lo que es inadmisible y productor de rabia es la complicidad de quienes resultan favorecidos de este sistema corrompido y que, aun sabiendo cómo se bate el cobre, se hacen los desentendidos y hasta intentan ofrecer ridículas explicaciones sobre una realidad que pretenden presentar como ineludible y fatal. Siendo todo lo contrario.

Por fortuna, se vislumbra el desarrollo de un proceso de reversión de ese pervertido círculo vicioso. Sin ese despertar de conciencias adormecidas, fácil se nos cuelan aquellos que están asustadísimos por esa amenaza a sus privilegios históricos.

El Nacional

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