Opinión

Es la política

Es la política

La sociedad dominicana, como nunca antes, está ante una disyuntiva dramática y, quizás, definitoria: De una parte, continuar transitando los caminos que la han conducido a este presente desprovisto de institucionalidad, donde el desorden prevalece, las leyes tienen aplicación selectiva, y solo delitos de baja estofa generan las consecuencias establecidas en normativas penales.

De otra parte, realizar esfuerzos para revertir ese estado de cosas e iniciar la construcción de un sistema que opere a partir de bases distintas al actual y haga posible el funcionamiento de las reglas democráticas, caracterizadas por una auténtica separación de poderes públicos que permita un contrapeso capaz de impedir hegemonía de uno sobre otros y sirva de límite a excesos que en la generalidad de los casos terminan impunes a causa de la inoperancia de los mecanismos llamados a sancionarlos.

Una parte de la población reconoce que la nación precisa un sacudimiento que viabilice un cambio profundo que revierta una situación agotada, que no da más y que es imposible lograr a partir de los mismos protagonistas vigentes en la palestra durante los últimos tiempos.

El problema radica en que eso se dice fácil, pero se hace difícil. Existen personas que anhelan la transformación, pero eso no significa que en un abrir y cerrar de ojos puedan aglutinarse en torno a la idea de empujar las enmiendas requeridas

. Esa dificultad deriva de que sobran razones para el pesimismo sustentado en un cúmulo de frustraciones y promesas incumplidas que tornan pesada la tarea imprescindible de motivar la participación.

Una complicación adicional para la consecución de ese propósito son los niveles de populismo y corrupción alcanzados en las gestiones gubernamentales padecidas que han implicado la complicidad de muchísima gente quizás con alguna conciencia de que esto se derrumba, pero su aparente bienestar le impide rebelarse y arriesgar las migajas del pastel que le han asignado.

Como si fuera poco, las fuerzas que han intentado ejercer un rol opositor han mostrado tremenda ineptitud, al punto que potenciales aliados no resultan seducidos por opciones desprovistas de una estética con un mínimo de potencialidad para erigirse en alternativa.

De ahí que, el déficit que sufrimos es de naturaleza política, tanto desde la perspectiva de quienes ejercen el poder, como desde los que aspiran a desplazarlos. La única opción que no debe ser contemplada es la de la inacción, no importa lo oscuro que se perciba el panorama. Algo debemos hacer.

El Nacional

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