Editorial

Escándalo

Escándalo

En cualquier sociedad civilizada del mundo, la denuncia del  director  general de Impuestos Internos (DGII), de que instituciones del sector público no reportan a la Administración tributaria el dinero que retienen a terceros,  causaría un escándalo mayúsculo, al revelarse que el propio Gobierno incurre en una infracción de  tipo criminal.

Aunque el licenciado Guarocuya Félix no cuantificó la cantidad de dinero que esas dependencias oficiales, no identificadas, han usado indebidamente en su provecho,  podría  estimarse en  centenares de miles de pesos,  si se toma en cuenta que esa práctica delictuosa estaría vigente desde tiempos inmemoriales.

¿Con qué calidad moral puede la DGII someter a la justicia a  empresas privadas  por  no  reportar a esa  Dirección  los dineros recaudados como  agentes de retención de impuestos, si  en el sector público ningún funcionario ha sido  siquiera cuestionado por  incurrir en ese acto de prevaricación?

El abuso de confianza, señalado como crimen por el Código Penal, se  tipifica cuando el infractor dispone en su provecho del dinero e incumple el mandato, como ha sido  el caso de dependencias oficiales que incumplen la ley, de  retener impuestos y transferir los recursos generados a la  Administración tributaria.

Si no  fuera porque lo  acaba de revelar el propio  director de Impuestos Internos, nadie creería que el Gobierno se roba a sí mismo, al retener y  disponer en provecho de  instituciones, o quién sabe si de particulares, dineros de los contribuyentes que  deben  finalmente ser depositados en la Tesorería Nacional.

Se creía que la elusión fiscal sólo correspondía  al sector privado, especialmente  al no transferir a la Dirección General de Impuestos  la totalidad o parte  del dinero  retenido por la aplicación del Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados y de Servicios (Itbis), pero ahora se sabe que instituciones gubernamentales también violan la ley penal.

El licenciado Félix admite que el principal evasor  que tiene la Administración tributaria es el sector público, confesión que  en Estados Unidos, por ejemplo, caería como una bomba atómica, pero aquí el problema no se resuelve con cárcel, sino con la instalación de una impresora para factura electrónica en  dependencias oficiales.

Los contribuyentes, que  cumplieron  con la ley al entregar a  instituciones  públicas sus importes de impuestos, también resultaron estafados porque  la totalidad o parte de esos dineros fueron usados en provecho de terceros y en perjuicio del Estado, cuyos ingresos  fiscales se reducirán este año en más de 30 mil millones de pesos. Ya se sabe por qué.

El Nacional

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