Opinión

Escritos apresurados

Escritos apresurados

Rara elección matrimonial
A casi todos sus amigos nos sorprendía que un hombre que andaba por la cuarentena en edad no solo no se había casado, sino que tampoco había mudado ninguna mujer.

Cuando veíamos que rompía la relación con alguna de la cual parecía bien enamorado, de inmediato era sometido a una especie de obligado interrogatorio.

-¿Qué fue lo que te pasó, hombre de Dios, que no te amarraste definitivamente con esta?- le pregunté en una de esas ocasiones.

-Más de una vez me dijo que las dos cosas que le gustaban de mí eran mis espejuelos y los brinquitos deportivos de mi forma de caminar, o sea, que realmente no le gustaba yo, sino cosas fuera de mí- fue la forma en que respondió a mi pregunta.

El hombre contaba entonces treinta y dos años, por lo que era obvio que había forcejeado sin ropas en una cama con su pareja sentimental, razón que esgrimí como demostración de que era amado.

-No- afirmó con categórico tono de convicción-eso lo que indica es que tenía deseos de hacer el amor con alguien, y fui el primero que apareció y le cayeron bien mis lentes y el caminarcito saltarín.

-Los espejuelos fueron comprados por ti porque te gustaron, y la forma de andar es algo que distingue desde lejos a una persona, o sea que es parte importante de ella- fue un argumento que utilicé y que consideré valedero.

Con otra muy hermosa dama divorciada, ingeniera de bien ganado éxito profesional con la que duró más de seis meses de amores con almuerzos y cenas seguidos de travesuras fornicadoras en moteles, también cortó el romance.

-A cada rato me salía con eso de que le gustaban los hombres como yo, que habían triunfado en la vida, y que para ella los fracasados no le merecían ninguna consideración; eso quiere decir que si yo no me hubiera destacado, no me habría hecho caso cuando le giré, lo que significa que no le gusté yo, sino mi condición de triunfador-aseguró, con semblante parecido al de quien va a dar el pésame a un doliente en una funeraria.

Cuando cumplidos los cuarenta y cinco de su edad biológica el hombre me invitó a su boda, lo hizo enumerando las razones de su elección de esposa.

-No es realmente mi tipo, pero me habla de que le gustan mis ojos, mi cabellera, cree que hubiera sido un buen locutor por mi bella voz, simpatiza como yo con el Escogido en la pelota criolla, y no le gusta la política, como tampoco a mí. Quiere eso decir que es la primera mujer a quien le gusto realmente yo.
Varios amigos consideraron disparatados sus argumentos para la escogencia, pero yo los consideré valederos.

El Nacional

La Voz de Todos