Opinión

Ese Luis Días

Ese Luis Días

Me he propuesto hablar de música. No de esa expresión que se restringe a componer bajo cánones establecidos de un ritmo, ni de pinceladas al exotismo que reivindican la fusión melódica, mucho menos de las intenciones de recrear el gusto mundano con fines de gloria. Me refiero a ese arte atrevido que explora el inconsciente social y descompone la inercia desahuciada, descuida el consenso y experimenta lo inhibido, desvela las prácticas y simbologías desapercibidas y penetra en las entrañas de la espiritualidad individual y colectiva.

En este laboratorio artístico se inscribe la obra de Luis “Terror” Días, trabajador incansable e innovador del pentagrama social dominicano y caribeño.

Adentrarse en su universo sonoro, su vicio de jugar con la métrica musical, su ritualidad guitarrística, su afán por incorporar diferentes rítmicas o su rusticidad interpretativa, implica volver a las raíces del sufrimiento social. Ese cáncer que agobia este trópico que Luis Días supo depurar para hacer de su música una cura contra la utopía.

Desafiando la cultura de la ausencia oficial y con la autenticidad que la caracteriza, Luis hizo Cultura. Desde su posición, valoró y difundió los aportes de “aquellos que durante toda su vida han sido responsables de núcleos culturales rurales”.

Necio ante una sociedad mal-criada, el Terror no vaciló en entonar las razones y los efectos de la Cobardía de sus mejores verdugos. Sus composiciones reflejan un escritor público que describió finamente las andanzas, amoríos y tragos amargos de la vida cotidiana, armonizó las anécdotas y creencias populares, afinó el caos urbano y sus personajes, distrajo el olvido de los Pichirilo, Olivorio, Mamá Tingó y de las condiciones de aquellos “palomitos” o de las “mujeres de la mala vida” que se entregan a la suerte del día.

Esta riqueza musical y cadencia social no hubiesen sido lo mismo sin su amenizado toque personal. Ese calor  que desprendía en escena con su baile y sonrisa de “muchacho”, y ese interés desinteresado en su causa artística e interesado en burlar a los profetas y árbitros del des-orden social que nos gobierna.

Las cosechas y ansias de este “Palo Mayor” seguirán, librando amarguras, enamorando su negra buena moza, cogiendo montes, ahuyentando alcahuetes, nutriéndose de órdenes brutales que incendian su boca convirtiendo el mundo en mueca burlona, dándole gusto al gusto y echando tres carajo, porque ¡el cuerpo se dobla pero no se rompe!

El Nacional

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