Opinión

espacio juvenil

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Luis Pérez Fondeur

El peso de la cultura.-

Cuando escuchamos la palabra cultura la relacionamos con los diferentes aspectos que tiene un país: historia, música, turismo, economía, tradiciones.

Nicola Abbagnano la define como todos los conocimientos, capacidades, hábitos y técnicas adquiridos o heredados socialmente, por educación, imitación y condicionamiento.

Aunque el conocimiento esté dentro de la cultura, es un aspecto fundamental ya que sin este la cultura no se transmite y no se puede redescubrir y expandir.

Pero no todo conocimiento se puede utilizar para detallar la cultura, ya que hay conocimientos huecos: entretenimiento vano, amarillista, amargo y comercial. Cuando el ser se enfoca en estos conocimientos impuros ¿qué sucede con la cultura a la que se pertenece? Que se niega, abandona y pierde.

En esta generación del siglo XXI, la cultura tradicional e intelectual está quedando en el pasado y sin motor para alcanzar la razón, porque la sociedad se está enfocando en entretenimientos absurdos, carentes de ambiciones intelectuales y en búsqueda del foco de la admiración de otros sin dar motivo alguno para ser admirados o tomados en cuenta.

Es común toparse con universitarios y preguntarles sobre pasatiempos o proyectos a largo plazo. A las chicas les gustaría ser columnistas de moda en redes sociales y los chicos llegar a ser figuras políticas, por todas las razones equivocadas.

El origen de esta caída del deber ser intelectual es atribuido a Internet y otros medios.

La cultura, como todo, es corruptible. Pero qué sucede cuando se corrompe completamente: provoca que la identidad de la sociedad o el país se pierda y se torne una mentira mas en el mundo adoptando una cultura que no es a que pertenece.

No se puede aspirar a una vida de lujos sin la motivación necesaria para ser merecedores de esta y ser respetados sin demostrar una figura que inspire respetos. Estas habilidades se aprenden en no dejarse influenciar por el impresionismo de los medios.

El Maestro Vargas Llosa sostiene que la sociedad falla por lo pequeño y falta de hambre de conocimiento y el conformismo. “Si en nuestra época es raro que se emprendan aventuras literarias tan osadas como las de Joyce, Virginia Woolf, Rilke o Borges no es solamente en razón de los escritores; lo es, también, porque la cultura en la que vivimos inmersos no propicia, más bien desalienta, esos esfuerzos denodados que culminan en obras que exigen del lector una concentración intelectual casi tan intensa como la que las hizo posibles”.

El Nacional

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