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Espejo perenne donde debemos vernos

Espejo perenne donde debemos vernos

El pasado 26 enero, los dominicanos conmemoramos el 204 aniversario del nacimiento, en 1813, del único padre de la patria, el inmaculado y referencial Juan Pablo Duarte Díez, hijo de don Juan José Duarte Díez, español sefardí, y la seibana doña Manuela Díez, y en tan suprema efemérides, siempre, ahora más que nunca, el patricio supremo de la nacionalidad dominicana, convoca a todos sus buenos hijos seguidores de su aura inmarcesible, a una reflexión y una exhortación para honrar su memoria intentando aproximarnos a su grandeza.

Las lecturas de la entrega de Duarte a la causa de “forjar una patria libre e independiente de toda potencia extranjera, o se hunde la isla”, empiezan por la concepción pionera de su proyecto emancipador del yugo de 22 años de la parte Este de la isla Española del afrentoso vecino haitiano, cuando el patricio supremo apenas si contaba 22 años al fundar la sociedad secreta La Trinitaria, el primer partido político de nuestra historia.

El valor demostrado por Duarte, induce a considerar que esa condición humana no es exclusiva de los entorchados, conforme las referencias del apóstol José Martí, el sacerdote Miguel Hidalgo Costillas, precursores de la independencia de Cuba y México, y de Román Baldorioti de Castro, Ramón Emeterio Betances y Pedro Albizu Campos por la independencia de Puerto Rico.

Valor en la etapa conspirativa; valor al enfrentar al general Pedro Santana, el primer déspota infame de nuestras desgracias republicanas; valor cuando la Junta Central Gubernativa lo inviste de Comandante en Jefe del Ejército Expedicionario; valor cuando retorna al país para conformar La Trinitaria.

Valor cuando retorna desde Caracas, Venezuela, por Haití, luego de producirse la gesta de la Restauración, y su gran decepción, fundida en valor, por la frígida respuesta de los restauradores al designarlo vocero del gobierno en armas para hacer llegar a los países sudamericanos el renacimiento de la República de agosto 1863, una salida burda y desconsiderada de “sacarle los pies”.
Desprendimiento total y constante demostrado por Duarte, quien no se interesó nunca por bien material alguno, rogando a su padre que vendiera todos sus bienes, inclusive la tienda de efectos marinos propiedad suya en La Atarazana, para entregarlos a la causa independentista, y “Hasta una estrella del cielo”.

Entereza luminosa ante el auto ostracismo que se impuso en Venezuela al percibir que su gesto pionero que consolidó la patria en el Baluarte del Conde la noche irrepetible del 27 de febrero de 1844, desertaba del programa concebido en el seno de La Trinitaria, y el estrago emocional de comprobar que todos los trinitarios, menos Juan Isidro Pérez, le abandonaron y traicionaron, y valor cuando preso en la fortaleza Ozama, el naviero sefardí Abrahán Cohén intercedió por su vida ante el ogro de El Prado para no fusilarlo.
Con todo ese cúmulo de reveses e injustificables desconsideraciones, con ese fardo inefable de apostasías como respuesta indigna a su concepción pionera libertaria, el valor intrínseco del patricio supremo de la nacionalidad dominicana, como ser humano, es presumible que estremeció su conciencia de ser humano impoluto, integérrimo, pero su concepción original emancipadora grandiosa, no obstante los enanismos de sus conciudadanos, se mantuvo incólume, inalterable, hasta el fin de sus días, el 15 de julio de 1876, a los 63 años, en Caracas, Venezuela, vendiendo velas, que los sufrimientos emocionales y la miseria económica, hacían parecer que tenía 30 años más.

El crisol de su honestidad es otra lectura en el cosmos del patricio supremo que tiene siempre que convocarnos a los dominicanos que presumimos de imitar y seguirlo, demostrado reiterativa y coherente, recordando como una prueba señera, la devolución de 827 pesos mexicanos de mil que le entregó la Junta Central Gubernativa al comandar como general al ejército expedicionario, con un detalle de los 173 gastados, y que el PLD dispuso colocar en las paredes de todos los departamentos del Estado cuando debutó al poder en 1996, pordioserando debajo de los semáforos, con alcancías de cartón forradas de papel morado, para trocarlo 16 años después, en un cártel político económico, burla y apostasía al patricio supremo, que algún día podría derivar en que el pueblo dominicano indignado, pasar una factura de proyecciones impredecibles y descomunales.

¡Loor al único padre de la patria! ¡Desagraviémosle de los pocos malos dominicanos que lo traicionan, de quienes lo reverenciamos y tratamos de imitarlo siempre!

El Nacional

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