Opinión

Esperanza

Esperanza

La esperanza es el sueño de los que están despiertos”, dijo Carlomagno. Y todo parece que hay un despertar en la población dominicana, sobre todo en una clase media que luce entusiasta y motivada en su digna lucha en contra de la corrupción pública y de la impunidad judicial.

Todos los movimientos progresistas y emancipadores de la sociedad dominicana han surgido de hombres y de mujeres de clase media, porque en los estratos sociales más bajos, por su nivel educacional, se carece de conciencia en el establecimiento de los males que les afectan, siendo caldo de cultivo de políticos corruptos que conquistan su adhesión mediante las migajas que reparten en un asistencialismo que lleva a la gente pobre a ser cada vez más pobre.

Pero el mensaje en contra de la corrupción y de la impunidad ha ido calando en los más diversos segmentos sociales, lo que arroja luz de esperanza en torno al futuro político dominicano. Se está superando la errónea creencia de que sustraer fondos públicos es una práctica normal y que mientras más dinero tiene una persona, aún sea producto de la prevaricación, mayor es su prestigio. A ese tipo de sujeto la gente empieza a llamarle “ladrón” y —lo que es más importante todavía— exige cárcel para los ladrones.

Es la razón por la que determinados políticos viven con las cabezas escondidas como el avestruz. Tienen aspiraciones de volver al poder para seguir robando y destruyendo instituciones que fueron soporte de la democracia, pero optan por el bajo perfil porque saben que están desacreditados. Y el propio presidente Medina, cuyo secreto político descansa en responder con silencio y hacerse la víctima, también está registrando un creciente deterioro de imagen.

“Nada dura para siempre”, dice el extinto cantautor de salsa Héctor Lavoe. La salida del poder político de ese entramado mafioso no está lejos. Quiera Dios que del mismo movimiento cívico surja un candidato presidencial con luces éticas, para también cerrarles el paso a aquellos que tienen compromisos con el pasado.

Ese movimiento cívico que aboga por el adecentamiento en la administración pública constituye una luz de esperanza. Y esa luz de esperanza se acrecienta con una Junta Central Electoral en la que hay hombres y mujeres de alta calidad moral, que contarán los sufragios tal cual sean emitidos en las urnas.

El Nacional

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