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Espionaje y temores dominan la vida del género humano

Espionaje y temores dominan la vida del género humano

En una nación de zánganos consumistas, la más despilfarradora del mundo, a la gente termina por no interesarle mucho si le están vigilando las nalgas, si al gobierno le interesa algún problema de cuernos, si anda rondando algún chisme vulgar por ahí, si hay derechas caníbales en su país o no. Más les interesa creer que están seguros y que los terroristas, que siempre son los otros, no se están saliendo con las suyas y con la ajenas.

Mas, cierta dosis de morbo patético, alimentado por el miedo, subyace en el poder de espiar sin ser espiados.

Saber, de modo oculto, detalles de los demás sin dejar rastro es poder.

Crear todo un sistema espía ultrasecreto contra millones y una vez descubierto el artilugio declarar que aquello era por pura protección, por su bien, es poder.

El poder no siempre es evidente.

El que menos se muestra es el más poderoso.

El que se exhibe obscenamente sólo trata de amedrentar, de justificar los músculos y los colmillos.

Esos zafarranchos procuran internarse en los conflictos, vender algún arma poderosa, sembrar la intriga, ejercitar la fuerza casi siempre contra los más débiles.

Conocer, desafiando todo presupuesto ético, la intimidad de otros genera los poderes aunque degenere y rebaje el poder. Constituye una locura que incluso al peor gobierno le interese conocer lo que hablan, piensan, desean, anhelan, más de 300 millones de almas.

Aquello es más provocativo y ridículo  que colocar en fila, desnudos, a millones de seres humanos e irlos tocando en su celosamente resguardada  privacidad, sin que se den cuenta de ello.

Ahí, en ese acto fáctico, se concentra impunemente la perversidad del Estado todopoderoso que se ejerce bajo fueros inabordables, con todos los recursos, incluidos los más sofisticados del espionaje, bajo el pretexto de la seguridad nacional u otras afecciones crueles.

Lo primero que atina a decir un ladrón, aunque lo agarren con el objeto del delito en las manos, es que no fue él.

Se echa de inocente aunque le pillen con los colmillos ensangrentados.

Más sinceras son las fieras que no ocultan nada. Cuando tienen que matar matan y nunca lo hacen sin algún motivo, salvo el del hambre o la defensa de sus dominios legítimos.

Todo ello se densa inconfesadamente en la poderosidad del temor.

El tejido  secular del miedo, del horror vacui, domina la mayoría de acontecimientos que pertenecen a la historia humana. Pocos, muy pocos, confiesan sentirlo.

Menos aún lo va a confesar una potencia mundial que ha hecho del temor carrera histórica.

Nunca se verá a un elefante (porque  los elefantes, claramente, no hablan  y porque harían  el más cruel de los ridículos), confesar que teme a un insignificante ratón, como declara la leyenda que nadie ha confirmado como cierta.

UN APUNTE

Agencias a disposición

 EEUU tiene la más concentrada cantidad de agencias de vigilancia del mundo, sobre todo a partir del 11-S.

 

El Nacional

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