Opinión

Estado laico

Estado laico

Este es un país de absurdos y contradicciones.
Por ejemplo, la Constitución de la República establece que el Estado dominicano es laico, lo cual significa, de acuerdo con la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua, “que no tiene órdenes clericales. Independiente de cualquier organización o confesión religiosa”.

La enciclopedia de la política del ex presidente ecuatoriano y uno de los más sólidos intelectuales latinoamericanos, Rodrigo Borja, señala que el laicismo “es, en su más simple definición, el régimen político que establece la independencia estatal frente a la influencia religiosa y eclesiástica. El Estado prescinde de todo creo religioso, no profesa religión alguna, observa una absoluta neutralidad ante el fenómeno religioso y considera que todas las creencias, como expresión de la íntima conciencia de las personas, son iguales y poseen idénticos derechos y obligaciones. El Estado no se aventura a calificar o descalificar las afirmaciones dogmáticas de ninguna religión ni entra a analizar el contenido de veracidad de sus dogmas. Cree que estos asuntos incumben exclusivamente a la teología y a los teólogos”.

La enciclopedia libre Wikipedia dice que “en un sentido fuerte la independencia de un estado laico supone la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno del mismo, ya sea en el ejecutivo, en el legislativo o en el judicial. En un sentido laso un estado laico es aquel que es neutral en materia de religión por lo que no ejerce apoyo ni oposición explícita o implícita a ninguna organización religiosa”

Más adelante señala: “Un estado laico trata a todos los ciudadanos por igual, tanto a los creyentes de cualquier religión como a los no creyentes”.

La Constitución, tanto la vieja como la que se conoce en el Congreso, establece la libertad de cultos. Presenta al Estado dominicano como laico, lo cual no significa que sea un Estado ateo, como han existido.

Sin embargo, la Suprema Corte de Justicia, débil y temerosa de los demás poderes,  rechazó no hace mucho, un recurso de inconstitucionalidad  que presentaron grupos religiosos no católicos que rechazan el Concordato, lo cual no es sólo absurdo y contradictorio, sino anacrónico y retardatario.

El Estado dominicano, que el profesor Juan Bosch siempre propugnó porque fuera laico, se presenta como católico, apostólico y romano, algo que prácticamente no existe.

El Estado dominicano protege, defiende y sustenta económicamente a la Iglesia Católica en desmedro de las demás iglesias, las cuales, reunidas, tienen tantos o más feligreses que la Católica. Es un privilegio irritante.

No hace mucho, un ministro me dijo: “Si  diéramos curso a todas las solicitudes de la Iglesia Católica no podríamos enfrentar ni siquiera minimamente los problemas de la pobreza del país”. Balaguer solía decir que la iglesia era “insaciable” a propósito del carro de lujo que se encontró en un furgón donde debía haber ropa  para los pobres.

Las iglesias evangélicas o cristianas se sustentan con sus propios recursos. Sus templos los construyen con el diezmo de sus feligreses. Como debe ser.

Cuando quebró el Banco Intercontinental  se descubrió que una buena parte de los jefes de la Iglesia  tenían “sus ahorros” en ese banco. Las llamadas  a los funcionarios del área monetaria y financiera no fueron pocas. Para sorpresa del gobernador del Banco Central de entonces, la cifra depositada por los religiosos católicos en Baninter era millonaria.

La iglesia católica es rica. Constituye la más poderosa entidad religiosa latinoamericana. Siendo así, lo más lógico es que sustente sus gastos; que no sea el gobierno quien la sostenga económicamente. Así debe actuar un gobierno  de un Estado laico.

Y mucho menos puede un Estado laico permitir que la Iglesia le imponga sus concepciones sobre maternidad o  planificación familiar. La política demográfica de un país la establece el Gobierno. Como lo hizo la República Popular China cuando decretó un hijo por pareja. Gracias a esa política que muchos consideran cruel en Occidente, China tiene hoy mil 300 millones de habitantes y sólo 47 millones de hambrientos, de acuerdo con las Naciones Unidas. De no haber sido por esa política, ¿cuántos millones de habitantes tendría China hoy? ¿Dos mil millones de personas? ¿Y cuántos hambrientos? ¿Más de 800 millones? Más o menos. Por suerte el Estado chino es laico.

Pero en  este país, donde el gobierno actual invierte menos del 2% de su Producto Interno Bruto en educación, contrario a China que invierte casi el 9%, la iglesia pretende que las mujeres tengan “los hijos que Dios manda”, aunque terminen pudriéndose en las cárceles o en los cementerios.

El Nacional

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