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ESTADOS UNID0S HOY

ESTADOS UNID0S HOY

El Nacional
SANTIAGO.-
El símbolo no es el poder y ni siquiera su representación.

Sólo habla de él. Es un lenguaje más que se remite a lo visual y a lo gestual.

Cualquier estudiante de lingüística diría que hay de por medio la llamada “semiótica del poder”.

El símbolo lo define en cuanto a voluntad jerarquizada pero no lo sustituye ni lo cubre de riesgos naturales ni lo hace más o menos poder.

El poder es la fuerza organizada que tiene una serie de propósitos específicos. El decorado simbólico enuncia sus características distintivas.

Cuando el presidente de Estados Unidos George Bush se reúne con el todavía presidente en potencia Barack Obama, que lo será en acto a partir del 20 de enero del 2009, salvo cualquier azar, lo espera en el llamado salón oval de la Casa Blanca con una serie de gestos simbólicos que se pueden percibir a simple vista en la significativa fotografía en que ambos se muestran conversando de una manera que parece informal.

En cambio, ambos tratan, por encima de lo que describe la sesión gráfica, cuestiones delicadas, de información interna de esa nación.

Se nota que hay alguna asesoría del entorno presidencial para que en la reunión ocurra lo que se describirá.

El presidente no se sienta en su despacho presidencial a recibir al candidato recién electo.

Es esta una manera anuente, sin entronización, de mostrarle la posición que ocupará dentro de menos de dos meses.

La silla presidencial de madera desnuda está al frente, delante de unas ventanas azules a prueba de balas y de otras prolongaciones del poder.

El presidente ha hecho colocar sobre otro escritorio y a la derecha de los dos, el pequeño busto de un hombre de tez negra, como su interlocutor.

A la izquierda hay otra pequeña estatua de un caballo negrísimo, “encabritado” y parado sobre sus dos patas traseras como si se agitara o estuviera atacando a algo o alguien.

Es una obra bien lograda, exenta, como la primera de ostentación, que procura mostrar que la sala presidencial es un lugar de reunión íntima y no aparecer ante los ojos del mundo como un comando desde el cual el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas que es el presidente imparte órdenes de naturaleza militar y civil con sus signos dominantes de poder.

 El mensaje

Estas pequeñas muestras procuran en su mensaje desnudo dejar claro al pueblo estadounidense, que tomó la decisión del cambio a la luz del mandato constitucional, que habrá una transición sin problemas ni conflictos de autoridad.

Estos vienen solos y a posteriori, sobre todo en un país que vive una riesgosa crisis financiera, una importante caída de su popularidad en el mundo y que ha sufrido una presidencia traumática por partida doble, con un atentado histórico justo al comenzar esa gestión, una guerra, una serie de desastres naturales mal enfrentados y otra guerra, ninguna de las cuales han podido ser resueltas en el campo político, militar, económico ni humano.

Aunque no es el único animal jerarquizado, el hombre es el único que se solaza en la simbología.

Cuando un perro quiere dejar clara su disposición a mostrar el poder jerárquico que  cree tener sobre un rival ocasional, se decidirá por mostrar los lustrosos colmillos que tiene para esos efectos. En caso de que resulte un cobarde y sienta miedo por las consecuencias de su enfrentamiento a un superior jerárquico, lo más es que esconda el rabo entre las piernas y hasta grite su impotencia una vez mordido o ante la posibilidad de serlo.

Con ese gesto ya le está diciendo en un lenguaje claro y gráfico lo que puede suceder en adelante si no es obedecido: habrá lucha, sangre, dolor.

El perro sabe que ese lenguaje primario puede resultar el más efectivo sea para la pelea que está por venir o para infundir temor en el enemigo.

De modo que también los animales recurren al efecto visual, como procede el hombre.

En el caso del último, obviamente, tenemos un ritual más sofisticado, con una complejidad menos específica que la del can que siente, por ejemplo, celos de que le tomen a su pareja o se solacen con ella antes que con él, lo cual es una profunda fuente de conflictos emocionales que activa la agresividad ínsita en esta como en muchas otras especies.

El ser humano siente los mismos reclamos, recelos y tensiones pero puede expresarlos con mayor amplitud y peligrosidad, sobre todo si lo hace desde una potencia dominante.

El Nacional

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