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Están amenazadas

Están amenazadas

Si la capa de ozono es el imprescindible techo de la alta  atmósfera que protege esa cuna circular, ajada y en peligro, que llamamos la tierra, la capa freática es el  laberinto líquido invisible que merece preservarse no menos que un cielo libre de peligros.

En realidad, la imagen idealizada de un cielo sin riesgos, como también  la de aquello que viniendo de lo alto como Apocalipsis dominante sólo puede asustar, resultan falsas o al menos inexactas.

De ese espacio tan celebrado parte el mortífero rayo-que también porta el necesario nitrógeno, la nube que inunda pero que trae el agua, vital, el  aerolito, las radiaciones solares peligrosas, los bombardeos de la horrible guerra. Probablemente no hay nada que no llegue del cielo, salvo el mismo cielo, que no es un lugar específico. 

Esas aguas subterráneas, contaminadas e invadidas de desechos, cumplen una función vital que solemos ignorar. No hay a mano una medición pero talvez resulte innecesaria a la luz de lo visible.

No son escasas las cuestiones esenciales que ignoramos pero hay algunas que sería bueno que comenzáramos a decidir sobre ellas o por lo menos a ir pensándolas.

Ignoramos la complejidad de todo lo que hay pero tenemos derecho a presumir que cada uno de sus procesos cumple un rol y que ninguno está de más.

Bellos copos de nieve que nunca caen fuera de ningún lugar, declara como sentencia enorme un verso búdico.

Esa breve visión de la realidad es profundamente abarcadora y dice que todo tiene una razón de ser y que todo tiene un lugar y una especificidad inmediata e inmanente.

Los indúes creen, con alguna extensión talvez exagerada, que todo está interrelacionado

Las aguas subterráneas deberían ser un recurso estratégico  para cuando ya no haya mucho de qué echar manos y aún antes.

Llevarlas a la putrefacción y a la inutilidad, como ha sucedido con una cantidad sensible de corrientes de agua a cielo abierto, que hoy son más que eso, una visión tumefacta de la alta polución, es además de cruel un registro de las locuras que como secuela de la  modernidad sin una ética ambiental se ciernen sobre el presente, no ya el porvenir.

El desarrollo irregular y del progreso malentendido ha ido creando un espectro monstruoso de rendimiento particular sin la “molestia” de utilizar los escrúpulos.

Hay una ambigüedad en ello: para contaminar se vive como el buen salvaje, para mostrar algún orgullo ajeno, tecnología bien afinada del primer mundo.

Como nada hay sin motivo, las acusaciones más importantes sobre esta contaminación que no se ve pero cuyos efectos no son menos que cualesquiera otros, se atribuye al crecimiento poblacional este tipo de eventos que dañan las aguas.

Pero eso es como decir una verdad a medias: hay otras ciudades de una densidad poblacional altísima que resolvieron, porque actuaron preventivamente y con regulaciones que la gente respeta, esos problemas que el tiempo agrava si no se actúa antes que tarde.

Las aguas residuales, mediante una dura legislación que no pueda ser burlada, tienen que ser purificadas antes de verterlas en los acuíferos y las fuentes naturales o artificiales como las lagunas y la tierra, como las represas.

Santiago tiene un caudaloso río subterráneo que recorre su centro urbano en el que se vierte aceite de vehículos, material plástico.

Es tan importante que ha causado serios problemas de construcción debido al encarecimiento de estructuras que se planearon sin tomar en cuenta ese Yaque clandestino que corre el alma oscurecida de esta ciudad.

Hay edificios que arruinaron a sus dueños antes de levantarlos por esa razón.

Hay incluso espacios acuáticos que mantienen especies de cierta importancia que incluyen por ejemplo camarones, los que fueron hallados en un área de la calle Del Sol.

Ya no hay jaibas y resulta escalofriante la imagen de las impolutas garzas reales paseándose penosamente en el fango que alguna vez y por milenios fue el río Yaque del Norte, hoy irreconocible.

Las cíclicas y no menos patéticas jornadas de reforestación de ese río son parodias de una tragedia ambiental que se niega a ser identificada como tal.

¿Para que reforestar la vulgaridad de una ciénaga intolerable que no se puede recorrer ni en barca sin sentirse dominados por la náusea?  Nadie que se sostenga en un mínimo de lucidez entiende esos esfuerzos  pro río que parecen organizados por sus enemigos y de hecho, en algunos casos hay algo de esa realidad.

Hace menos de un siglo, el modesto acueducto de Santiago estaba nada menos que en el Monumento a los Héroes de la Restauración y era llamado  el reservoir o reservorio, un área de extracción del líquido en estado de potabilidad aceptable y casi suficiente.

El Yaque es todavía la misma letrina que era.

Reservas

Lás corrientes marinas subterráneas son un recurso estratégico para cuando se agoten las superficales, que son las más afectadas por la contaminación ambiental. Según los expertos en la materia, en República Dominicana hay importantes recursos acuíferos subterráneos.

El Nacional

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