Opinión

ESTO PIENSO… ESTO CREO

ESTO PIENSO… ESTO CREO

“Creencias  únicas, razones para vivir”

…A sabiendas de que “el infierno está empedrado de buenas intenciones”.

  Las creencias, esos modelos idealizados básicamente en la fe, creados en nuestra mente a partir de la interpretación de un hecho o contenido cognoscitivo que nos permite dar asentamiento firme a una cosa, constituye nuestra fortaleza para luchar por algo, ya que le damos completo crédito al acontecimiento de que se trate.

  De ahí el dolor que se produce en nosotros cuando algunos pretenden chafallar todo aquello en lo cual creemos y que aún después de haber metido la pata hasta el fondo, comprometiendo aquello que constituye nuestra razón de ser, en base a esas firmes creencias, aún así, esos cascados, entiéndase, esos enfermos desgastados, cuya voz carece ya de fortaleza, estropeados por el mal uso de la palabra y su errado accionar, aún así se niegan a admitir su error y continúan de remiendo en remiendo buscando la solución perfecta que los haga salir más o menos bien del atolladero que hicieron por su soberbia, engreimiento y un errado orgullo, que no le permiten ver el camino que para el hombre sensato es claro y fácil de seguir para encontrar la luz pérdida.

  Vivimos de temores y sobresaltos creyendo en engreídos desfasados haciendo caso omiso al dicho de que ningún hombre es irrepetible, para bien o para mal. La diferencia o lo que extraña de no verlos mucho, tanto los muy buenos, como los muy malos, es simplemente que ninguno de ellos es común, pero que de tiempo en tiempo aparecen de unos y otros, es indudable.

  Asesinos y nobles; vulgares y educados; honrados y corruptos; traidores y vende patria los que subastan su dignidad. La trama es tan simple como eso, pues para unos el asunto es como cambiarse la ropa interior, en tanto que en el bando de enfrente se encuentran los que no transigen,  aunque a no pocos perversos vestidos de héroes momentáneos les venga en ganas que así sea. Y si flaqueamos en un momento de debilidad, recordemos a Marco Aurelio cuando dijo: “Mira bien dentro de ti mismo: hay una fuente de fuerza que siempre manará si siempre miras allí.”

  ¿Qué nos ha pasado?. ¿Dónde han ido a parar nuestras creencias sobre el trabajo honesto?. ¿Dónde se ha refugiado la palabra responsable?. ¡Sí!, en qué recodo del camino se nos escapó aquella cualidad que nos permitía creer con fe ciega en la palabra empeñada sin escribir nada ni necesitar testigos para que el sagrado  compromiso fuese honrado de forma espontánea, porque tenía  más peso que todas las leyes juntas. ¿Qué nos ha pasado?.

 

  Hago estas preguntas porque al amparo del Sol de estos días teme él, teme el otro, teme el juez y tiembla el fiscal; temo yo, calla el funcionario; se apichona el cura; teme el ciudadano, todos tememos. El político se encueva; el médico no se atreve; el sacerdote en otra cosa; el “amemao”  teme ejercer la autoridad, en fin, vivimos en la época del temor. No se hace aquello por temor a lo otro; no me desvío del camino por temor a la oscuridad de lo desconocido,  y así continuamos.

  La pobreza nos avergüenza y el ser pobre se ha convertido en un estigma. ¿Dónde se perdieron nuestras creencias sobre el trabajo?; ¿donde se perdió aquello de que el trabajo dignifica al hombre?; ¿donde quedo borrado  que el estudio, la honradez y la bonhomía son las bases para triunfar en la vida?; donde se enterró que el sacrifico, el sudor y los buenos principios son  las bases para combatir y ganarle terreno a la pobreza?. ¿Donde, dónde, dónde…?.

  Hoy todo es vanguardia. Moral vanguardista; ética vanguardista y para hacer todo más fácil hemos trasladado todo o casi todo a ser como la moda de temporada. Al parecer corrieron la misma suerte  los principios éticos y morales; la responsabilidad, la integridad y la lealtad: términos que hace tiempo quedaron desfasados, fuera de moda y estación. Ya sé que estas cosas que hoy se encuentran en el baúl de los recuerdos, apolillados, llenos de polvo y a la espera de que alguien las ponga de nuevo en vigencia. Lo que insisto en saber es dónde se encuentran.

  Mientras tanto aparecen personas, como dice una vieja sentencia, a quienes “el conocimiento llega, pero la sabiduría se demora” y a razonamiento de no pocos muchas veces se pierden o desvían dentro del vanguardismo avasallador, ahogados entre teorías infuncionales y sentimientos encontrados de hacerse los buenos con aquellos desamparados de la gracia del señor y el conocimiento, cuya cultura no les da para diferenciar cuando se les invita a disfrutar un manjar gratis, cuyo único pago y obligación es someterse a los deseos del supuesto bienhechor. ¿Se entiende?.

  Para finalizar, reconozco, entre tantas otras cosas, que desconocía la carta de renuncia del Presidente Adolfo Nouel, pero como hablamos de principios y creencias viene como anillo al dedo aquello de que “Convengo en que por la Patria debemos sacrificarlo todo; pero ni ella ni nadie puede exigirnos el sacrificio de nuestra dignidad y de nuestra conciencia”. Así es y así será. ¡Si señor!.

El Nacional

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