Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Intransigente y tacaña que coarte, que prohiba

Porque… “La naturaleza humana no es en sí viciosa”.

Es harto difícil hacer comprender determinadas situaciones a personas que se consideran con suficiente potencia intelectual para conocer todo y poder discurrir, por cuenta propia, a través de los innumerables vericuetos que presentan en el diario vivir en esta época convulsa, de difícil definición moral.

 Tarea ardua, engorrosa para algunos, aquella de llevar a cuestas un cúmulo de virtudes  en medio de esta borrasca que nos asedia, por lo que prefieren la vía fácil de permitir y vivir una moral tolerante, flotante, benévola y no una  intransigente, huraña y tacaña que coarte el libre deambular errante del vicio en medio de la nube oscura de la ignorancia, la pobreza y las inmundicias que no permiten ver el cielo claro de la virtud.

 Imprescindible es tener esa disposición no sólo para aplicarla a unos sí y a otros no. Así no se vale, sino para, por encima de lo que sea, observar determinados deberes y obligaciones aunque nos produzcan dolor o pena. Determinante es cumplir con esas acciones de responsabilidad, de sacrificio, para no permitir la entrada del virus filtrante de la corrupción y de todas las cosas mal hechas -con premeditación-, al que debe ser un claro, limpio y constante torrente como es el de hacer las cosas bien.

 Preciso es insistir sobre el particular en estos tiempos en que el desborde del descaro está llegando al paroxismo, cuando algunos energúmenos vividores conjugan determinadas situaciones políticas –las cuales juzgan gananciosas-, y se lanzan a una carrera cobarde de difamación contra todo lo que ellos consideran como una amenaza a sus nunca satisfechas ambiciones personales y, como dice el burgo, yéndose hasta los “Maiamis” a poner en  ejecución su campaña basada en descaradas triquiñuelas.

 Este caso se da, principalmente, y aunque parezca extraño, en aquellos que han ocupado posiciones cimeras –sin ahondar en las trapisondas que se valieron para obtenerlas- y pretenden volver utilizando las mismas vías, pero que antes necesitan denigrar, embarrar honras para ver materializadas sus renovadas aspiraciones. Claro que olvidan el papel mediocre, insignificante y corrupto que desarrollaron cuando tuvieron la oportunidad, perteneciendo  a este círculo generalmente personas llenas de prejuicios, incluyendo hasta el de la piel.

 Pero no vamos a perder el tiempo en aquellos que sólo saben criticar y que no hacen otra cosa que pretender opacar esa disposición constante que tienen los inclinados a obrar correctamente. Más bien vamos a preocuparnos por mantener la lucha en pro de fortalecer ese conjunto de principios y normas que regulan las actividades humanas y no precisamente como esas leyes archivadas y no observadas por nadie, sino de una manera militante como una verdadera obligación moral.

 Sin necesidad de ningún sortilegio podemos dar por cierto que “una sola golondrina no levanta temporal” y mucho menos hace primavera, lo cual nos da aquiescencia para estar conscientes de que se necesita el esfuerzo mancomunado y la buena intención de muchos para poder lograr avance significativo en este batallar contra lo impropio, lo indebido, lo inmoral.

 Doloroso es luchar para mantener a raya a esos encumbrados que se consideran amos y señores, protegidos en las auras de una transitoria situación. Pero por encima de todo hay que ser fiel al cumplimiento del deber  en este mundanal devenir, porque “responsable no es el que carga sobre sus hombros el peso del mundo, sino el que aprendió a luchar contra los desafíos del momento”.

 Pero en medio de esta curiosa y variopinta mezcla de  situaciones convulsas y bien manipuladas, no hay que ir a la fantasía para crear individuos que actúen a la manera de  salvadores en medio de esta crisis conductual que discurre en un clima de perversidad extrema. ¡No! Tenemos de más modelos naturales con la suficiente fuerza moral como para llevar al escarnio público a los perversos, privados y encubiertos, con el fin de que respondan y reciban el castigo por su depravado modo de actual preñado de ambición.

 Los avaros y sus corifeos al igual que los demás perversos de distinto pelaje, no comprenden las necesidades de la Patria; sólo su ambición los guía y esa misma los hundirá en su momento preciso y menos esperado. Desconocen que las comidas, posesiones, placeres y todo aquello digno de amar son más satisfactorios y se disfrutan más después de un laborioso, responsable y honesto trabajo, pues tal y como decían los viejos  no está en el manjar sino en el apetito, y que al estómago resentido por los excesos le repugnan hasta las viandas más delicadas. Así es y así será, con una intransigencia y la tacañería sin límites. ¡Sí señor!.

El Nacional

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