Opinión

ESTO PIENSO… ESTO CREO

ESTO PIENSO… ESTO CREO

Al final la suma de todo es cero

Aunque los imbéciles de la honestidad no lo admitan

Qué más quisiera,  pero  “ya no soy aquel que soñaba con ser algo: soy. Soy el pastor que atraviesa el desierto. Pero ¿dónde está el alquimista que nos ayude a seguir adelante?”. Sí, a proseguir la real ruta que nos permita llegar a esa cosa incomprensible ubicada en los arcanos de este flaquear del  alma o naturaleza humana.

 ¿Cuando aparecerá el iluminado que rompa con el enanismo del entendimiento y la virtud, que permita el gigantismo de la fuerza moral que dé al traste con los poetastros, aduladores, empedernidos e insignificantes que corrompen la virtuosidad del genero humano?. ¿Cuándo?.

Hay que pelear fuerte contra todos aquellos que viven lisonjeando recurriendo a la mediocridad y la mentira. Engañando y engañándose a si mismos con tal magnitud que el gusto los disloca creyéndose estafar hasta a los hados, esto es, aquella fuerza irresistible a la que se atribuye el destino de las personas y la predestinación de los acontecimientos.

Y esa lucha, principalmente, es contra aquellos copistas e importadores de cuantas modas, comportamientos o normas foráneas  encuentran en su peregrinar que sólo tienden a dislocar los nuestros, siendo esta la razón por la  cual muchos opinan que una cultura mal entendida da lugar a muchas maneras de actuar absurdas.

Entre semejantes formas de desempeño se inscribe  aquella de pretender obviar que todo aquello que no cambia, que no evolucione, indiscutiblemente que su destino será degenerar, no obstante esta situación haber sido advertida hace tanto tiempo por  ese gran filosofo de la Grecia clásica que fue  Heráclito.

Al estar frente a esta realidad nos asalta el sentir de elevar hasta el infinito del Cielo -algo impensable- una especie de grito poético con la súplica que nos permita evadir, no  encontrarnos ante tantos cuestionamientos internos y con esas respuestas fáciles, sin ningún matiz, escurridizas, que únicamente frente a tantas disyuntivas nos conducen a las profundidades de las cosas absurdas.

Por eso me gusta la poesía, aunque Anatole France expresara alguna vez que “Los niños imaginan con facilidad las cosas que desean y no tienen. Cuando en su madurez conservan esa facultad maravillosa, se dice de ellos que son locos o poetas”.

Mas,  mientras nos etiquetan con una u otra cosa, el cantante Melendi nos ayuda a decir con cierto desparpajo esto tan preciso y bello: “Voy caminando por la vida, sin pausa pero sin prisas, procurando no hacer ruido, vestío con una sonrisa, sin complejo ni temores. Canto rumbas de colores y el llorar no me hace daño, siempre y cuando tú no llores”.

Puestos en esta disyuntiva debemos afirmar que sí, que es verdad que en esta tarde flota en el aire como cierta nostalgia que contagia y se plasma de una manera u otra en nosotros, como diría un amigo, con un dejo de tristeza o pena sin saber la razón cierta del por qué. Si,  son vacíos de amores o temores ante la tanta belleza de esta mulata que me mira a través de unos ojos brillantes como fáculas, que más que ojos parecen antorchas de luz y color en medio de su hermosa  piel.                 

Discurrir de esta forma es vivir con la realidad cierta de que, al final, el resumen de este discurrir por la vida para los demás podrá significar algo, poco o nada,  pero para nosotros la suma de todo será simplemente cero, el vacío de la nada, la ausencia del todo. Y “no quiero amores no correspondidos/ no quiero guerras/ no quiero  amigos que no me quieran sin mis galones”.

Así de simple es,  y confieso,  sin tapujos,  que pertenezco al grupo que le teme a la muerte aún a sabiendas de que es inevitable, que no hay escape posible ni manera alguna de evadirla. Eso sí, cuando llegue la recibiré feliz y contento porque todo lo que he vivido ha sido una existencia anclada en el bien, sin pensar y mucho menos preocuparme por los días que no he vivido, o por los que han pasado por mi frente sin disfrutarlos.

La razón de todo este razonamiento es simple: no puedo pelear con las variables que no me es posible  controlar, que no domino. Es por eso que disfruto cada jornada  como si fuera la última; así como me viene el día a día, así lo disfruto, porque para vivir esta vida con decencia y con virtud no hay que justificar nada, sólo hacerlo con nobleza; todo lo demás es pura falsedad. ¡Si señor!.

El Nacional

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