Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

…Y en esas condiciones del mal, el vicio destruye el principio.

Como bien expresó en su oportunidad Cicerón que “la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”, sin tener que ser fanático o creyente, al buscar respuestas a cosas en apariencia sin sentido tendríamos que creer en ese demiurgo de Platón, en esa entidad que sin ser creadora o impulsora del universo, al mismo tiempo es considerado por él como si fuese un Dios Creador que se apiada de la materia y copia en ella las ideas.

 Esta acción supuestamente es la que conlleva a la obtención de las cosas que forman nuestra realidad. Es la explicación sobre la separación del mundo de las ideas consideradas perfectas y este mundo que vivimos, que siendo imperfecto participa, como una copia, de lo perfecto. Siendo esta la razón por la cual si consideramos así el demiurgo como creador y ordenador del mundo material, entonces se convierte en el hacedor del mal, porque ha encadenado a los hombres a las pasiones materiales.

 Pero, como dice mi amigo y acompañante en estas divagaciones sin aparente sentido, una luz es una luz y vivimos en busca de ese escape de lo material, en ocasiones en un beso o una mirada que nos sirva como mensaje de luz que motorice cual campanada anunciando el alba, ese pensamiento e inspiración en lo profundo del corazón que encienda  las creencias para vivir, aún a sabiendas de todas las piedras que como el camino aquél, para nosotros sólo son rosas en la vereda; rosas, sólo rosas, como dice mi amigo.

 Es mejor en ocasiones engañarse o pecar de ingenuo para poder conservar la esperanza de la espera infinita y mientras suceden los desagradables acontecimientos, contemplar el azul, ese color del infinito y del amor, sentimiento éste que lo contiene  todo, hasta que aterrice lo que esperamos y que nos hace sentir hasta la infinidad del Cielo.

 Y así tiene y debe de ser, porque son tantas las personas sabias y sensibles que nos han precedido y aseguran que el alma humana es tan pequeña que casi nunca caben en ella dos grandes pasiones y aquel que siente pasión por la virtud, la moral, la lealtad y la amistad no se entusiasma en el mismo grado por convertirse en un aventurero faccioso, dejándose arrastrar por las fuerzas de las circunstancias perversas que pretenden corrompernos.

 Acerca de estas divagaciones, unos hablan de volar alto como el águila y vivir en las alturas aprovechando sus increíbles atributos de fortaleza y su potente visión para ver mucho más lejos que su competencia –lo que le permite distinguir con seguridad a su futura presa-, pero otros tantos prefieren volar bajo para conocer la verdad y las porquerías donde habitan las plagas  que contaminan el ambiente.

 Volar alto como el águila para ver más lejos o desplazarse en vuelo bajito para conocer la verdad. Vaya usted a saber qué seria más conveniente: si conocer el mundo desde el Cielo o con los pies en la tierra conocer las ratas y su pestilente existencia, buscando la verdad y fortaleza que nos comunique desde el fango con una luz de buena esperanza que no permita el desaliento de las buenas almas.

 Por eso, valoro tanto la importancia de la luz como principal enemigo de la cobardía, de la traición, de lo mal hecho, porque las cosas de mala ley, llevadas a cabo con alevosía, sólo se conciben en la oscuridad para ejecutarse al amparo del famoso laissez faire. De ahí la importancia de la luz, de la claridad, porque no sé cómo alguien dijo que la vida es como si se tomara tequila “de golpe y sin pensarlo”; no señor, así no es.

 Mejor vamos a creer y parodiar al griego  Empédocles, quien sostenía que todo cuanto se encuentra en la naturaleza, ya sea en estado de quietud o ya en estado de movimiento, la luz de las buenas intenciones y  la amistad los junta, mientras la oscuridad de la discordia lo disgrega. Entonces, si esto es así y todos los mortales conscientes así lo piensan, qué esperamos para buscar esa claridad  de esperanza que nos haga entender que no hay nada más vergonzoso que pelearse, enemistarse con quien se ha vivido amistosamente; vamos a decir; como buenos dominicanos, donde crezcan las virtudes y lo material se lo lleve el río. ¡Si señor!.

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