Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Nada quedará, ni intrigas, ni rumores, ni fabuladores

Ya que… “En todas las cosas hay que tener una medida

Quisiera que hablásemos de amores, de esos que perduran en el tiempo. Que laceran el alma y comprimen el pecho hasta que nos falta el aire. De esos que en un momento  desaparecen, que se esfuman, borrándose como señales de humo, lamentablemente solo dejan tras de sí dolorosos recuerdos y heridas que difícilmente se curan con el tiempo. Vamos a decir, como los amores maternos y el siempre orgulloso cariño paterno.

 Pero, la triste realidad, el diario acontecer, no nos permite ese privilegio. Nos acosan las monstruosidades, los odios, las mentiras, el rumor bajo y criminal, destructor de honras y todo, como si esas cosas fuesen a proteger a los malvados del gran final que ha todos nos llegará, unos antes, otros después.

 No queremos comprender esas verdades citadas por A. Thomen, al decir que “hay verdades, leyes y realidades eternas, inexorables e inmutables: el pez grande se come al chico; la soga se rompe por lo más delgado; la lengua es el castigo del cuerpo; la ley de la gravedad; la ley del embudo y el fallecimiento de cada uno de nosotros”.

 Así, nada más. Sin muchas complicaciones, podemos asegurar que “el que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla”. Es  posible, que cuando esto suceda, con lo que nos encontremos no sea precisamente agradable, sino, muy por el contrario, frustrante, doloroso y vergonzante. O por el contrario, llegar a descubrir esa verdad aunque sea relativa, pero ya no haya cabeza para entenderla.

Lo cierto es que no quisiéramos ser reiterativos pero, ante el hecho real de confundirlo todo, de manipular convenientemente a su favor, mediante la creación de fabulas y rumores mal intencionados, entre otras cosas, la lealtad y esa conveniencia mercurial e idolatría finita, del culto de la personalidad, no nos queda otro camino que asegurar, con relación a los hechos vergonzosos que estamos padeciendo, que en estos sucesos, la inocencia es sólo una ilusión, porque la triste realidad es que nadie es inocente, ya sea, por no querer ver, no querer oír y lo peor, no querer hacer.

Y, mientras el hacha va y viene, somos muchos los que creemos, sin importar color alguno, sea obrero o ejecutivo, que todas las victimas son iguales y todas producen igual dolor ante su padecimiento. Por eso preferimos utilizar la vitalidad del lenguaje para llamar la atención sobre los profesionales demagogos que enturbian el buen vivir.

Eso explica del por qué, en ocasiones, utilizamos cierto cinismo en la expresión pero, es bien sabido que el lenguaje se dirige en dirección al lugar donde puede hallarse sentido, aunque en ocasiones se mal interprete o produzca bruscas, salvajes y amenazantes reacciones. Como por ejemplo en estos momentos, donde los mismos de siempre alinean los cañones en contra de nosotros, simplemente porque no pertenecemos a ninguna jauría y no nos prestamos a ningún tipo de indelicadeza, al menos de manera consciente.

Pero, “el que tenga miedo que se compre un perro prieto”. Porque a diferencia y muy a pesar de aquellos que sólo preguntan “a cambio de qué”, otros tantos existen para los cuales únicamente les interesa hacer lo bien hecho y si llega algún tipo de recompensa por la acción, púes amén, sino, bien también.

Así es, de asombro en asombro discurre la vida, viendo los perros hablando, las hienas ladrando mientras  los enemigos de la virtud, la eficiencia y la honradez,  preparan sus cañones abiertamente, apostando a su muy segura victoria. Mientras la lucha prosigue, por continuar creyendo y en ocasiones preguntar “¿cómo pude terminar de esta manera”?, viendo como la esperanza languidece, al igual que la propia vida.

Mientras como cosa común y propio de la época, los creadores de falsas imagines, de bombas de humo, con la finalidad de crear confusión para que  nadie pueda ver en medio del desorden y la desinformación, a excepción de ellos mismos como protagonistas principales, hay personas de aquí y de allá que juegan al caos, a la desinformación y la mentira, creando el peor de los verdugos y asesinos de honras y virtudes, que los mismos creadores de fantasmas nunca la han tenido, el cual lleva el nombre de “rumor”. Rumor maldito y malsano, llevado  a cabo con cinismo y desfachatez, todo en busca de mantener vigencia o cierta credibilidad en los incautos de la sociedad que para más dato su modo operandi es harto conocido y, si utilizamos la irresponsable palabra de que “todo el mundo lo sabe o conoce”, nosotros decimos por igual, no hay que nombrar a nadie por su nombre porque “todo el mundo los conoce”. ¡Si señor!

El Nacional

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