Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Apagón moral,  al menos hasta ahora

Mientras… “Recomiéndales a tus hijos la virtud;

eso los puede hacer más felices que el oro”.

Es verdad que la utopía presentada por el padre de Jorge Luís Borges aún no se ha realizado,  es aquella en la que  él decía: “Fíjate bien en los uniformes, en las tropas, en los cuarteles, en las banderas, en las iglesias, en los curas y en las carnicerías, porque todo eso está a punto de desaparecer y podrás contar a tus hijos que fuiste testigo de tales cosas”.

 Pero si bien es cierto que no pasó de ser una expresión utópica, en estos momentos,  donde todo gira desde hace un buen tiempo de lo plástico a lo banal y superficial, no podemos asombrarnos absolutamente de nada. A nuestros ojos está la degradación a granel de una sociedad cada vez más materialista en la que lo  principal es la careta y su continuo cambio farandulero.

 Vivimos tiempos en que lo imposible se convierte, por lo regular,  en una triste realidad. En un momento determinado lo fantástico y lo real se conjugan en un increíble universo de mitos, ensueños y engaños, envueltos en extraños vericuetos donde el hombre actual se mantiene perdido entre lo correcto y lo que no lo es, llegando hasta a perder la noción de lo que debería ser.

 Nos mantenemos navegando en medio de un lóbrego mar, donde ya el fétido olor que emanan de las indelicadezas que han hecho suyo ese medio, nos hacen parecer en ocasiones,  como si en verdad fuese el olor de un caro y exquisito perfume francés.

 La gran pregunta que todos aquellos que de una u otra manera compartimos la creencia de que se puede vivir decentemente, observando las reglas naturales que le hacen bien al hombre y a la sociedad en la cual se desenvuelve, tiene que ser obligatoriamente:  ¿hacia dónde nos conducirá esta ruta de mercaderes, hacia dónde vamos a ser arrastrados por éste mercado donde se pretende que todo se venda y todo se compre?.

 Ya no es que veamos síntomas de desintegración de la sociedad, sino, que las evidencias son más que tangibles, los valores se han perdido, como el agua en el agua. Los falsos valores se han desarrollado y entronizado de tal manera que no hay rincón donde no cohabiten con nosotros. Las instituciones se desmoronan como castillos de naipes sin que intervenga fuerza externa alguna, porque el germen maldito de la ambición, cual cáncer maligno, se ha apoderado de los llamados a dirigirlas con acciones ejemplarizadoras.

 Por eso se dice que los falsos valores ocupan el lugar y el rostro del hombre real y acaban por fabricarle una mascara que termina por apoderarse del comportamiento del mismo y  lo convierte en un amasijo de cosas raras, donde la primacía se la disputan el descaro, la avaricia y la envidia e, inclusive, a muchos les hace olvidar lo dicho por Maquiavelo –porque al igual que en el querer- el príncipe está obligado a la misma lealtad que demanda.

Sólo nos preocupamos por exigir, pero no damos. Le exigimos a los gobiernos, a las iglesias, a las instituciones pero, no hacemos el necesario y leal sacrificio de aportar nuestros esfuerzos en la solución de los problemas, y  sí requerimos a otros la solución de los mismos.

 Es por eso, -sólo quizás-, que en medio de esta vorágine de ambiciones y malas voluntades muchas personas dan por pérdidas las virtudes morales y ya ni hacen el intento de encontrarlas,  porque les daría hasta miedo encontrarse con ellas. Por tal razón hay que recurrir a los grandes sabios de la antigüedad, los griegos que desde siempre tuvieron conocimiento de que “sólo somos las sombras de nuestros sueños” y,  pensar en las consecuencias que nos traerá este tsunami de falsos valores, ya ante el evidente fracaso de las organizaciones de la sociedad llamados a contenerlo.

 Por eso hay que decir como Cicerón “¿qué otro legado más grande y mejor se le puede ofrecer a la República que la educación de nuestros jóvenes?. Cierto que ese debe ser el camino si queremos librarnos de este apagón moral que nos acogota, ya que de seguir por este derrotero, lo que es hoy un apagón, podría convertirse en un tremendo, aterrador y doloroso Black out moral. ¡Si señor!.-

El Nacional

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