Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Anquilosadas; oxidadas y mocatas

Mientras…el Perínclito se ríe

En la década de los cincuenta, cuando muchos de los que hoy respiramos apenas hacíamos el intento de dar los primeros pinitos, Jhon Gardner, secretario de Sanidad, Educación y Bienestar de los EE.UU. inició una reorganización total de su secretaría, con tal rapidez, que según Alvin Toffler, dio vértigo a los funcionarios veteranos.

 Precisamente, Gardner escribía,  antes de su incorporación al gobierno,  que “el administrador previsor…reorganiza hasta destruir las calcificadas cañerías de la organización. Hace cambios de personal…Reforma los cargos, para sacarlos de categoría rígidas”.

 Hurgó más profundo y sugería que tanto en el sector público como en el privado “la mayoría de las organizaciones tienen una estructura que fue establecida para resolver problemas que han dejado de existir”. Situación esta que nos encontramos al doblar de cada pasillo, en la mente y comportamiento de muchas personas que se muestran reticentes a los cambios y evolución natural de los individuos, grupos sociales e instituciones que deben irse adaptando a las necesidades del momento.

 Y, este destape,  no es más que el disgusto dejado en mí, al escuchar el discurso rancio, oxidado, desfasado, terco y anacrónico de los que no han permitido que definitivamente, el Perínclito desaparezca de una vez y por todas y que esto nos permita buscar la luz del progreso y desarrollo institucional,  del que tanto se habla y cantaletea pero, que estos especimenes se empeñan en impedirlo.

 No obstante, nos encontramos con figuras, estructuras y cargos que aún después de varias décadas, son verdaderas excepciones a la regla. Se encuentran más avanzadas que esas mentes retrogradas que siempre han sido obstáculos para una verdadera, real y eficiente organización “auto renovadora”, aquella que cambia constantemente de estructura según las variantes  necesidades.

 Esto último si lo traducimos a Defensa y Seguridad, podríamos decir, que adopta la estructura, formación y visión de acuerdo a las nuevas amenazas.

 Pero, los individuos recalcitrantes no comprenden esto. Es como si su mente y cuerpo se hayan momificado en el pasado, como si el contenido de su parte media del cuerpo se hubiese trasladado a la cavidad donde supuestamente estaría alojado el cerebro. No sienten la curiosidad por ver lo que está detrás de la esquina, unos por miedo o por temor,  y los otros por tarados.

 Quizás en esto estribe nuestro gran problema. Una combinación maldita entre hipocresía, miedo, falso paternalismo, incapacidad y deshonestidad de personas que ha ocupado posiciones cimeras a base de trapisondas y que luego permanecen en el medio en base a truchimanerias, alcahueterías y malas artes que continúan haciendo lo que mejor han sabido realizar  a todo lo largo de su improductiva vida institucional –aunque muy, muy provechosa a nivel personal- esto es, ser teóricos infuncionales, estorbos del desarrollo institucional y malogradores de juventudes valiosas.

 Si alguien se detuviese a ver muchas de nuestras estructuras organizacionales, terminaría convencido de que nuestro comportamiento permanece cuasi estático, anquilosado, como si las necesidades y prioridades fuesen siempre las mismas, donde por arte de magia aparece, gústele o no a muchos, la figura del Perínclito de San Cristóbal. Miedo a todo, sumisión ante la cruda

verdad y el “sí señor” denigrante y sumiso, traicionero y ruin que retranca el avance.

 Si estamos en lo correcto, fue Tito Livio que manifestó que “No hay nada entre los asuntos de los mortales tan estable y firme como la fama de poder que se base en la propia fuerza”. Y eso es precisamente el peligro que encierran  esos teóricos infuncionales, que con el poder del engaño que aún poseen, consideran la racionalidad, el cambio, la evolución institucional, simplemente como una locura, una aventura de carajitos y no tan carajitos, con la frente medio calenturienta.

 No quieren comprender que no hay dos situaciones iguales en el tiempo. Que siempre habrá alguna diferencia, precisamente, porque los protagonistas son humanos, cuyo comportamiento nunca es el mismo y que cada cosa tiene su tiempo, espacio y circunstancias especiales y quizás, sólo quizás, lo único que debe y tienen en común sería el aspecto ético, porque hasta el legal puede cambiar.

 Y así continuarán hasta llegar a la partida que no tiene retorno. Porque no conocen otro camino y de este modo continuarán con un destino incierto, haciendo barbaridades, como si fuesen unas graciosas torpezas pero, que indiscutiblemente,  les producen un principio de éxtasis melifluo,  pero con miel envenenada,  que les llega hasta el alma.

 Mientras tanto, oxido y anquilosamiento en el pasado de las instituciones, mientras ellos y el Perínclito se desatan en su malignidad. Amén. ¡Sí señor!

El Nacional

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