Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Como paradoja del sentimiento humano, en esta tarde esplendorosa de primavera, me da por recordar a Antonio Machado y, sin agruras o sinsabores, decir al igual que él: “llamó a mi corazón, un claro día,/ con un perfume de jazmín, el viento./ A cambio de este aroma,/ todo el aroma de tus rosas quiero./ No tengo rosas; flores en mi jardín no hay ya; todas han muerto”.

 Así estoy esta tarde, pensando que realmente la vida hay que recolectarla como una espiga madura, con ternura y satisfacción por la cosecha, por lo que nos ha proporcionado. Hay que  tomar apuntes al hilo, de aquí y de allá, de amores, satisfacciones, engaños y traiciones, dejando las mismas al hilo de las circunstancias y que afloren y se articulen al  capricho y conveniencia de la imaginación.

 Así estoy hoy, porque en la vida es preciso vivir con el destino, eso que ha sido tramado por algo, por alguien y para algo. Es necesario hacer conciencia de una vez y por siempre que eres parte de algo, te guste o no,  pero, que siempre es posible luchar, batallar sin descanso tratando de buscar la formula para cambiarlo, sin irritarse con los hechos, pues están consumados y consumatum est. Y, sobre todo, reflexionar en la inevitabilidad de las cosas. No cejar en la búsqueda de la verdad y las virtudes, sobre todo en el amor y la amistad, aunque te quieran obligar las circunstancias a creer que “amigo es el ratón del queso…”.

 Y no me refiero necesariamente a pretender buscar objetivos o causas lejanas, inaccesibles o errantes, no eso no, ni tampoco como si dijésemos a tiempo empleado, darlo por perdido o quizás, aún, para matar el tiempo, no, me refiero a cosas plausibles, concretas, alternativas de cambios de conductas que conocemos, admisibles, justificadas y que por razones que no vienen al caso analizar, hemos perdido.

 Podríamos, por ejemplo, referirnos al amor y el buen querer. Como perder amistades por temor a los resabios del amo. Como maltratar la lealtad por intereses espurios. Como abandonar la eficiencia por la adulonería. Como perder la fe en lo que siempre hemos querido. Como dudar sobre la creencia en el esfuerzo por miedo a enfrentar a los “cualquerizados” y “lacras” que pululan en el medio. En fin, que perdamos la esperanza en un nuevo amanecer, que nos puede sorprender cualquier día de esos en que, como dicen los campesinos, “el día más claro, llueve” y que repentinamente  “de cualquier yagua vieja sale tremendo alacrán”.

 Aunque no creo que deba acontecer algo traumático para  comprender  la necesidad de este cambio, de esta revolución –si así usted gusta llamarle-, y muy a pesar de que cuando los humos se van a la cabeza, no hay derecha ni izquierda, ni rojo o azul, porque sólo se ve y escucha lo que en realidad el engreimiento e ínfula quiere o permita que se escuche o vea, aún así, hay que cambiar.

 Y, aunque la realidad del momento nos quiera asegurar que aquí, el no prestarse a componendas, trabajar comprometido con la profesionalidad honrada y la eficiencia moralizante es simplemente un suicidio y que hay que estar con los intereses espurios para no ser aplastado, aún así y a pesar de la arritmia moral que nos acogota, aún así “nada lava mejor que agua de llanto”. Por el cariño, la amistad, el honor y la lealtad, es y tiene que ser la lucha. Esto es sin pedir mucho pero, tampoco pidiendo poco. ¡Si señor!

“Un error se convierte en delito sólo cuando nos negamos a corregirlo”.

J.F. Kennedy.-

El Nacional

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